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SAN COSME Y SAN DAMIÁN. Son dos de los mártires más famosos y venerados de la antigüedad cristiana, lo que hizo que, a falta de datos históricos, fueran objeto de muchas leyendas. Eran médicos anargiri, o sea, que ejercían su profesión gratuitamente, y fueron martirizados a finales del siglo III en la ciudad de Cirro, junto a Alepo, en la Siria septentrional. En Cirro se levantó la primera basílica en su honor, y su culto se extendió por Oriente, pasando luego a Roma y a toda la Iglesia; fueron numerosos los templos y monasterios que se les dedicaron. Son célebres los mosaicos de Ravena que los celebran. Los médicos, los farmacéuticos y muchas organizaciones de profesionales de la sanidad los tienen por patronos, y su patrocinio es invocado contra las enfermedades.- Oración: Proclamamos, Señor, tu grandeza al celebrar la memoria de tus mártires Cosme y Damián, porque a ellos les diste el premio de la gloria y a nosotros nos proteges con tu maravillosa providencia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
BEATA LUCÍA DE CALTAGIRONE. Nació hacia el año 1360 en Caltagirone, provincia de Catania en Sicilia, en el seno de una familia acomodada que le dio una buena educación cristiana. En su casa aprendió la intensa piedad para con Dios y la misericordia generosa para con los pobres. Muy jovencita se puso bajo la dirección espiritual de una piadosa terciaria franciscana, con la que marchó a Salerno. A la muerte de su guía, ingresó en el monasterio salernitano de Santa María Magdalena, de la Tercera Orden Regular de San Francisco. Como buena religiosa vivió con radicalidad la consagración religiosa y se distinguió por la fidelidad a sus deberes, por su vida de oración y penitencia y por su devoción a las Cinco Llagas de Cristo. Fue maestra de novicias y su fama de santidad se difundió por toda la ciudad, por lo que muchas personas acudían a ella para encomendarse a sus oraciones y pedirle consejo. En sus últimos años sufrió una enfermedad que la hizo sufrir mucho, mientras ella se entregaba con admirable paciencia a la voluntad de Dios. Murió en Salerno el 26 de septiembre de 1400.


BEATO BUENAVENTURA DE PUZOL ESTEVE FLORS. Nació en Puzol, provincia de Valencia en España, el año 1897. Profesó en la Orden Capuchina en 1914 y recibió la ordenación sacerdotal el año 1921 en Roma, donde hizo la carrera de Derecho canónico en la Gregoriana. De vuelta en España, se dedicó a la enseñanza, la predicación y el ministerio de la reconciliación. Fue profesor de los jóvenes capuchinos en centros de su Orden; además, se distinguió como conferenciante y predicador. Cuando arreció la persecución religiosa, se refugió en su casa paterna de Puzol. El 25 de septiembre de 1936 fue arrestado junto con su padre y su hermano. A medianoche del día 26, los tres, junto con otros detenidos, fueron llevados en camión al cementerio de Gilet (Valencia). Con la serenidad de siempre, dio la absolución sacramental a sus compañeros, y a las dos de la madrugada fue asesinado de un tiro de pistola. Es uno de los mártires valencianosbeatificados por Juan Pablo II en 2001.
BEATO LEÓN MARÍA DE ALACUÁS LEGUA MARTÍ. Nació en Alacuás (Valencia) el año 1875. Hijo de un bienhechor de los Terciarios Capuchinos, vistió de joven su hábito y en 1892 profesó en manos del fundador, Mons. Luis Amigó. Recibida la ordenación sacerdotal en 1906, ejerció su ministerio sobre todo en escuelas de reforma. Fue superior de distintas casas y consejero general de su Congregación, cargos en los que dio ejemplo de fidelidad y entrega a las comunidades y a los educandos. En julio de 1936, estando en Madrid y desatada la persecución religiosa, tuvo que refugiarse en casa de un alumno, de la que los milicianos lo sacaron, juntamente con el padre de su bienhechor, para el martirio. Ambos fueron asesinados en Madrid, en la carretera de Francia, el 26 de septiembre de 1936. Fue un religioso sumamente espiritual, entregado por completo a la salvación de los menores extraviados. Pertenece a los mártires amigonianos beatificados por Juan Pablo II en 2001.
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San Esteban de Rossano. Nació en Rossano (Calabria, Italia) hacia el año 925 en el seno de una familia humilde. De joven trabajó para sostener a su madre y a su hermana. Deseoso de servir al Señor, se hizo compañero de su paisano san Nilo el Joven, a quien siguió en su estilo de vida eremítica y en su vida monástica. Murió en Serperi, junto a Gaeta (Lacio, Italia) el año 1001.
San Eusebio de Bolonia. Fue obispo de Bolonia (Italia) entre el año 370 y el año 390. Mantuvo una firme amistad con san Ambrosio de Milán y al igual que él combatió el arrianismo. El año 381 participó en el concilio de Aquileya, en el que condenó con toda energía a los herejes Paladio y Secundino. Fomentó la consagración de las vírgenes al Señor. Gobernó sabiamente su diócesis y murió a finales del siglo IV.
San Gedeón. La Iglesia conmemora hoy a san Gedeón, uno de los jueces de Israel en el Antiguo Testamento. Los capítulos 6, 7 y 8 del libro de los Jueces tratan de la vocación y campañas de Gedeón. Pertenecía a la tribu de Manasés, y Dios lo eligió para que fuese juez en Israel y lo librara de sus enemigos. Destruyó el altar de Baal, reunió un ejército y, fortalecido por el signo del rocío que descendía sobre un vellón de lana (Jc 6,36-40), derrotó a los madianitas y así liberó a Israel. Rehusó ser proclamado rey de Israel.
San Nilo el Joven. Nació el año 910 en Rossano (Calabria, Italia), en el seno de una familia griega. Vivió diversas peripecias en un tiempo revuelto. Llevó vida monástica y también eremítica, consagrado por completo a la oración y el estudio. Leyó las obras de los Santos Padres, compuso himnos y trascribió textos. Fue maestro de monjes y peregrinó mucho. Finalmente, ya nonagenario, fundó el monasterio de Grottaferrata, cerca de Roma, siguiendo las enseñanzas de los Padres orientales. Murió el año 1004.
Santos Sebastián Nam I-gwan y compañeros, mártires de Corea. En esta fecha la Iglesia conmemora a dos grupos de mártires coreanos, todos ellos seglares, que prefirieron ser torturados y degollados, antes que renegar de su fe cristiana. El primer grupo abarca a nueve mártires que fueron inmolados en Seúl el 26 de septiembre de 1836. Estos son sus nombres: Sebastián Nam, catequista; Ignacio Kim, padre de san Andrés Kim, catequista; Carlos Cho, catequista; Columba Kim, virgen, hermana de santa Inés Kim; Magdalena Pak, viuda; Perpetua Hong, viuda; Julita Kim, Águeda Chon y Magdalena Ho. La Iglesia conmemora en esta misma fecha a otras tres santas coreanas, las cuales fueron ciertamente martirizadas en el mes de septiembre de 1839, pero se ignora el día exacto. Son éstas: Lucía Kim, Catalina Yi, viuda, y su hija Magdalena Cho, virgen.
San Senador. Sufrió el martirio en Albano (Lacio, Italia), a finales del siglo III o principios del siglo IV.
Santa Teresa (María Victoria) Couderc. Nació en Mas de Sablières (Francia) en 1805 de padres campesinos. Ingresó en la Congregación de las Hermanas de San Francisco Régis y la enviaron a La Louvesc, donde promovió un hospicio para acoger a los peregrinos que iban a visitar la tumba de san Francisco Régis. Allí fundo, pasando por grandes tribulaciones, la Sociedad de Nuestra Señora del Retiro del Cenáculo. Pasó por varias fundaciones y tuvo como último destino el de Fourvières en Lyon, donde murió el 26 de septiembre de 1885.
Beata Amalia Abad Casasempere. Nació en Alcoy (Alicante, España) en 1897. Contrajo matrimonio en 1921, tuvo dos hijas y quedó viuda en 1924. Su marido, que era militar, murió durante la guerra de África y a ella le quedó una pensión. Perteneció a las Mujeres de Acción Católica y a varias asociaciones religiosas. Vivió entregada a sus deberes familiares y al bien del prójimo, destacándose en la obra moral de legalizar matrimonios. Durante la persecución religiosa la detuvieron en su casa y la encerraron en una checa. El 26 de septiembre de 1936 la mataron de un tiro en la cabeza en el término de Benillup (Alicante).
Beato Antonio Cid Rodríguez. Nació en Calsadoira de San Juan, cerca de Allariz (Orense, España), en 1890. De joven ingresó en los Salesianos, hizo el noviciado en Sevilla y profesó como coadjutor en 1909. Era humilde y piadoso, y trabajó en la enseñanza en diversos colegios. La persecución religiosa lo encontró en Santander. Se refugió en Bilbao, en casa de unos familiares, pero su condición religiosa resultó pronto manifiesta. A media noche del 25 de septiembre de 1936 irrumpieron en su domicilio cuatro milicianos que encontraron un crucifijo y otros objetos religiosos, y lo martirizaron en la madrugada del día 26. Fue beatificado el año 2007.
Beata Crescencia Valls Espí. Nació en Onteniente (Ontinyent), provincia de Valencia en España, en 1863. Fue una seglar de gran vida interior, devota del Corazón de Jesús. Perteneció a la Acción Católica y a varias asociaciones religiosas. Destacó por su caridad hacia los pobres, para los que pedía ayuda a las familias pudientes. Trabajó activamente en la catequesis y en la escuela dominical. Fue detenida, a causa de su fe y vida cristiana, el 26 de septiembre de 1936 y asesinada de un tiro en la nuca en la madrugada del día siguiente, en el Puerto de Canals (Valencia), junto con sus tres hermanas Carmen, Concepción y Patrocinio.
Beato Gaspar Stanggassinger. Nació en Berchtesgaden (Baviera, Alemania) el año 1871. Superando la oposición de sus padres, en 1892 entró en el noviciado de la Congregación del Santísimo Redentor (Redentoristas). Se ordenó de sacerdote en Ratisbona el año 1895. Su ilusión era marchar como misionero a Brasil, pero los superiores lo destinaron a la formación de sus futuros religiosos en la escuela misionera de Dürnberg, trasladada en 1899 a Gars. Una peritonitis aguda lo llevó a la muerte en Gars, cerca de Munich, el 26 de septiembre de aquel mismo año.
Beato Luis Tezza. Nació en Conegliano (Véneto, Italia) el año 1841. Hizo su profesión religiosa en los Camilos en 1588 y se ordenó de sacerdote en 1864. Estuvo un tiempo con san Daniel Comboni, el gran misionero. En 1871 lo nombraron maestro de novicios en Roma. Luego marchó a Francia para consolidar la provincia de su Orden, de la que fue provincial. En 1892 fundó en Roma, con la beata Josefina Vannini, la Congregación de las Hijas de San Camilo, para la atención de los enfermos. En 1900 lo enviaron a Lima (Perú) para resolver problemas internos de su Orden, pero ya se quedó allí hasta su muerte acaecida el 26 de septiembre de 1923. Desarrolló una ejemplar labor apostólica que le granjeó la estima del clero y del pueblo.
Beatas María Amparo (Teresa) Rosat Balasch y María del Calvario (Josefa) Romero Clariana. Estas dos religiosas de la Congregación de Hermanas de la Doctrina Cristiana eran miembros de su comunidad de Carlet (Valencia). En la persecución religiosa desatada en España las detuvieron y, después de días de cárcel en que las sometieron a vejaciones y torturas, el 26 de septiembre de 1936 por la noche las llevaron al Barranco de los Perros, en el término de Llosa de Ranes (Valencia), y las despeñaron. María Amparonació en Mislata (Valencia) en 1873, vistió el hábito religioso en 1896 y desempeñó el cargo de superiora en varias comunidades. Era piadosa y caritativa, sentía verdadero amor por los pobres. Tenía don de gentes, era exigente consigo misma y condescendiente con los demás. María del Calvario nació en Carlet el año 1871 en el seno de una familia humilde, que la necesitaba y se oponía a que se hiciera religiosa. Llegada a la mayoría de edad, ingresó en religión y profesó en 1892. Tuvo varios destinos y siempre ejerció el oficio de cocinera. Era de carácter dulce y bondadoso.
Beata María del Olvido Noguera Albelda. Nació en Carcagente (Carcaixent), provincia de Valencia en España, en 1903. Estudió en el Colegio de María Inmaculada de su pueblo. Desde muy joven se entregó a las tareas apostólicas parroquiales y perteneció a varias asociaciones religiosas. Era piadosa y caritativa con los pobres, alegre y simpática. Llegada la persecución religiosa en España, la detuvieron los milicianos y, después de ultrajar y violar salvajemente su cuerpo, la remataran con arma de fuego, si bien ella pudo gritar hasta el final: «¡Viva Cristo Rey!?». Con ella asesinaron a su hermano Isidro. Esto ocurrió en el término de Benifairó de la Valldigna (Valencia) el 30 de noviembre de 1936.
Beata María del Pilar Jordá Botella. Nació en Alcoy, provincia de Alicante en España, en 1905. Desde muy joven llevó, como seglar cristiana, una intensa vida de piedad y de apostolado. Perteneció a la Acción Católica y a varias asociaciones religiosas. Trabajó en el Patronato de las Obreras en tiempos difíciles. Al estallar la revolución de 1936, marchó a Madrid para estar con un hermano suyo soltero. La detuvieron los milicianos y la trasladaron a Alcoy. La encarcelaron en una checa y días después la llevaron a Benifallim (Alicante), donde entregó su alma a Dios, después de un duro martirio. Era el 26 de septiembre de 1936.
Beatos Pablo Castellá y Andrés Feliu mártires, hermanos coadjutores claretianos, que formaban parte de la comunidad de La Selva del Camp (Tarragona) cuando estalló la persecución religiosa de 1936. Eran hijos de aquel pueblo y se refugiaron en casa de familiares o en el campo. Los descubrieron, los encarcelaron, y los asesinaron el 26 de septiembre de 1936 en el término municipal de Reus. Pablo Castellá nació en La Selva del Camp en 1861. Profesó en 1886 y estuvo en varias comunidades trabajando como zapatero hasta que lo enviaron a las misiones de Fernando Poo, donde permaneció de 1893 a 1908 y de donde regresó enfermo. Su nuevo destino fue Barbastro, allí era muy querido por los postulantes por su solicitud con los enfermos, su piedad y su bondad. Andrés Feliu nació en La Selva del Camp en 1870. Profesó en 1889, estuvo en varias comunidades y en 1903 le llegó el destino tan deseado por él de ir a tierra de misiones, a Fernando Poo. Desempeñó los muchos oficios que conocía y hasta dominaba, y en 1934 tuvo que regresar a la península enfermo de los ojos.- Beatificados el 13-X-2013.
Beato Rafael Pardo Molina. Nació en Valencia (España) en 1899 y desde su adolescencia se dedicó al trabajo del campo con su familia. Ya entonces destacó por su piedad y honestidad. Llegado a la mayoría de edad, ingresó en los Dominicos como hermano cooperador y emitió la profesión simple en 1926. En Valencia fue sacristán de la basílica de San Vicente Ferrer. Tuvo que dejar el convento en julio de 1936 y pasó por varios refugios hasta que lo apresaron el 26 de septiembre de 1936. Aquel mismo día lo martirizaron a la salida de la ciudad de Valencia. Junto con él, el Martirologio Romano conmemora este día al beato mártir José María Vidal Segú, dominico, martirizado en Barcelona (cf. 25 de septiembre).
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
Del profeta Jeremías: «Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto» (Jer 17,7-8).
Pensamiento franciscano:
Así meditaba san Francisco el Padrenuestro: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: para que te amemos con todo el corazón, pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, gastando todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio de tu amor y no en otra cosa; y para que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, atrayéndolos a todos a tu amor según nuestras fuerzas, alegrándonos del bien de los otros como del nuestro y compadeciéndolos en sus males y no dando a nadie ocasión alguna de tropiezo» (ParPN 5).
Orar con la Iglesia:
Confiados en la intercesión de María, madre de Dios y madre nuestra, oremos al Padre por las necesidades de la Iglesia y del mundo entero.
-Para que, bajo la guía del Espíritu, la humanidad entera contemple en Cristo la encarnación de la misericordia y de la fidelidad de Dios.
-Para que, por mediación de María, todos los hombres reconozcan en Cristo la imagen y modelo del hombre nuevo.
-Para que, por intercesión de María, digna morada del Dios-con-nosotros, los creyentes sepamos encontrarlo presente en nuestros prójimos y especialmente en los pobres.
-Para que, a imagen de María y por obra del Espíritu Santo, los cristianos recibamos gozosos al Verbo del Padre y vivamos como hijos de Dios.
Oración: Dios, Padre nuestro, ayúdanos a vivir según tu palabra y a serte fieles en el camino de nuestra conversión por el que avanzamos hacia la plena identificación con Cristo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
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PARÁBOLA DE LOS OBREROS DE LA VIÑA
Benedicto XVI, Ángelus del día 21 de septiembre de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Quizá recordéis que el día de mi elección, cuando me dirigí a la multitud en la plaza de San Pedro, se me ocurrió espontáneamente presentarme como un obrero de la viña del Señor. Pues bien, en el evangelio de hoy (cf. Mt 20,1-16) Jesús cuenta precisamente la parábola del propietario de la viña que, en diversas horas del día, llama a jornaleros a trabajar en su viña. Y al atardecer da a todos el mismo jornal, un denario, suscitando la protesta de los de la primera hora. Es evidente que este denario representa la vida eterna, don que Dios reserva a todos. Más aún, precisamente aquellos a los que se considera «últimos», si lo aceptan, se convierten en los «primeros», mientras que los «primeros» pueden correr el riesgo de acabar «últimos».
Un primer mensaje de esta parábola es que el propietario no tolera, por decirlo así, el desempleo: quiere que todos trabajen en su viña. Y, en realidad, ser llamados ya es la primera recompensa: poder trabajar en la viña del Señor, ponerse a su servicio, colaborar en su obra, constituye de por sí un premio inestimable, que compensa por toda fatiga. Pero eso sólo lo comprende quien ama al Señor y su reino; por el contrario, quien trabaja únicamente por el jornal nunca se dará cuenta del valor de este inestimable tesoro.
El que narra la parábola es san Mateo, apóstol y evangelista, cuya fiesta litúrgica, por lo demás, se celebra precisamente hoy [21 de septiembre]. Me complace subrayar que san Mateo vivió personalmente esta experiencia (cf. Mt 9,9). En efecto, antes de que Jesús lo llamara, ejercía el oficio de publicano y, por eso, era considerado pecador público, excluido de la «viña del Señor». Pero todo cambia cuando Jesús, pasando junto a su mesa de impuestos, lo mira y le dice: «Sígueme». Mateo se levantó y lo siguió. De publicano se convirtió inmediatamente en discípulo de Cristo. De «último» se convirtió en «primero», gracias a la lógica de Dios, que -¡por suerte para nosotros!- es diversa de la del mundo. «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos», dice el Señor por boca del profeta Isaías (Is 55,8).
También san Pablo experimentó la alegría de sentirse llamado por el Señor a trabajar en su viña. ¡Y qué gran trabajo realizó! Pero, como él mismo confiesa, fue la gracia de Dios la que actuó en él, la gracia que de perseguidor de la Iglesia lo transformó en Apóstol de los gentiles, hasta el punto de decir: «Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia». Pero añade inmediatamente: «Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger" (Flp 1,21-22). San Pablo comprendió bien que trabajar para el Señor ya es una recompensa en esta tierra.
La Virgen María es sarmiento perfecto de la viña del Señor. De ella brotó el fruto bendito del amor divino: Jesús, nuestro Salvador. Que ella nos ayude a responder siempre y con alegría a la llamada del Señor y a encontrar nuestra felicidad en poder trabajar por el reino de los cielos.
[Después del Ángelus] Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que se han unido a esta plegaria mariana, e invito a todos a responder generosamente a la llamada que Jesús nos hace de ir a su viña, para trabajar sin buscar otra cosa que su gracia y su amor, como nos enseña el Evangelio de hoy.
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LA ORACIÓN ES LUZ DEL ALMA
San Juan Crisóstomo, Homilía 6 sobre la oración
El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios, porque equivale a una íntima unión con él: y así como los ojos del cuerpo se iluminan cuando contemplan la luz, así también el alma dirigida hacia Dios se ilumina con su inefable luz. Una plegaria, por supuesto, que no sea de rutina, sino hecha de corazón; que no esté limitada a un tiempo concreto o a unas horas determinadas, sino que se prolongue día y noche sin interrupción.
Conviene, en efecto, que elevemos la mente a Dios no sólo cuando nos dedicamos expresamente a la oración, sino también cuando atendemos a otras ocupaciones, como el cuidado de los pobres o las útiles tareas de la munificencia, en todas las cuales debemos mezclar el anhelo y el recuerdo de Dios, de modo que todas nuestras obras, como si estuvieran condimentadas con la sal del amor de Dios, se conviertan en un alimento dulcísimo para el Señor. Pero sólo podremos disfrutar perpetuamente de la abundancia que de Dios brota, si le dedicamos mucho tiempo.
La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres. Hace que el alma se eleve hasta el cielo y abrace a Dios con inefables abrazos, apeteciendo la leche divina, como el niño que, llorando, llama a su madre; por la oración, el alma expone sus propios deseos y recibe dones mejores que toda la naturaleza visible.
Pues la oración se presenta ante Dios como venerable intermediaria, alegra nuestro espíritu y tranquiliza sus afectos. Me estoy refiriendo a la oración de verdad, no a las simples palabras: la oración que es un deseo de Dios, una inefable piedad, no otorgada por los hombres, sino concedida por la gracia divina, de la que también dice el Apóstol: Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.
El don de semejante súplica, cuando Dios lo otorga a alguien, es una riqueza inagotable y un alimento celestial que satura el alma; quien lo saborea se enciende en un deseo indeficiente del Señor, como en un fuego ardiente que inflama su alma.
Cuando quieras reconstruir en ti aquella morada que Dios se edificó en el primer hombre, adórnate con la modestia y la humildad y hazte resplandeciente con la luz de la justicia; decora tu ser con buenas obras, como con oro acrisolado, y embellécelo con la fe y la grandeza de alma, a manera de muros y piedras; y, por encima de todo, como quien pone la cúspide para coronar un edificio, coloca la oración, a fin de preparar a Dios una casa perfecta y poderle recibir en ella como si fuera una mansión regia y espléndida, ya que, por la gracia divina, es como si poseyeras la misma imagen de Dios colocada en el templo del alma.
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LA VÍA DE LA CONVERSIÓN
EN SAN FRANCISCO DE ASÍS
«El Señor me llevó entre los leprosos»

por Lázaro Iriarte, OFMCap
«LA POBREZA Y HUMILDAD
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO»
El ideal de pobreza evangélica no se le descubrió a Francisco en la fiesta de san Matías de 1209. Antes que en el Evangelio, había encontrado ya a Cristo en el hermano que sufre. En la película Francesco di Assisi, Liliana Cavani se ha servido de un recurso muy acertado para sensibilizar ese descubrimiento progresivo del rostro de Cristo en el pobre: cada vez que Francisco da un paso más en su afán de fraternizar con los necesitados, al volver a su crucifijo de San Damián tea en mano, se le muestran más claros los rasgos del rostro del Salvador. Y ese Cristo, pobre y paciente, no es una creación teológica ni un mero cauce del culto o de la piedad, sino una existencia real, como la de cualquier hombre que padece necesidad o humillación; pero es el Hijo del Dios Altísimo, «tan digno, tan santo y glorioso..., que tomó... la verdadera carne de nuestra humanidad y fragilidad y que, siendo rico sobre todas las cosas, quiso no obstante escoger la pobreza» (cf. 2CtaF 4-5).
El mismo Evangelio no es primariamente para Francisco una doctrina; es una vida, la del Cristo pobre; es un mensaje, el que Él trae a los pobres. Y esta pobreza captada en el Evangelio no es un sistema de vida ascética, como el que ya estaba acuñado por el monaquismo tradicional, ni un programa de reforma de la Iglesia, ni siquiera un medio de testimonio. La pobreza de Francisco es fruto de un amor. Como para Jesús, la pobreza es esa vida pobre que yo tengo delante: el mendigo que tiende la mano, el trabajador mal retribuido, el enfermo, el incomprendido, el angustiado, el degenerado...
Francisco no dio nunca una definición teórica de su ideal de pobreza. Para cuantos le pedían una formulación de ese ideal tuvo siempre su respuesta precisa, suficientemente clara para él: «La pobreza y humildad de nuestro Señor Jesucristo». La pobreza sola no daba el contenido completo; su expresión usual, intencionada, era: «pobreza y humildad».
La fe de Francisco siguió vivificada toda su vida por la primera experiencia del «sacramento» del Cristo presente en el necesitado: «Cuanto hallaba de deficiencia o de penuria en cualquiera que fuese, lo refería a Cristo con rapidez y espontaneidad. De este modo veía en todos los pobres al Hijo de la Señora pobre... Cuando ves un pobre -decía a sus hermanos-, tienes delante un espejo donde ver al Señor y a su Madre pobre. Y asimismo en los enfermos debes considerar las enfermedades que Él tomó por nosotros» (2 Cel 83 y 85).
No es san Francisco el único gran convertido que halló a Cristo a través del prójimo. De la hagiografía cristiana podría sacarse un largo catálogo de grandes seguidores de Cristo en quienes la gracia siguió la misma vía. Pensemos en santa Isabel de Hungría, mezclada con los pordioseros y acostando a los leprosos hasta en su propio lecho. En santa Margarita de Cortona, repartiendo limosnas a manos llenas y alternando con los pobres, cuando todavía estaba unida en concubinato con el Marqués de Montepulciano; no admite muestra alguna de agradecimiento, porque es ella la que se siente favorecida por los socorridos; y una vez convertida, tiene prisa por experimentar, junto con su hijito, el rigor de la miseria. En san Juan de Dios, dedicándose al servicio de los enfermos en el hospital de Ayamonte y después en Ceuta trabajando duramente para ayudar a una familia probada por la enfermedad y reducida a la indigencia; el primer efecto de su aparatosa conversión en Granada es fingirse loco hasta hacerse recluir en el manicomio, con el fin de sentir en sí la suerte de los infelices privados de razón. En san Camilo de Lellis, pasando de enfermo a enfermero en el hospital de Santiago de Roma. En san Vicente de Paúl, saliendo vencedor de su crisis de fe cuando decide consagrar su vida al servicio del prójimo. En san Ignacio de Loyola, ya en pleno proceso de transformación, cambiando sus vestidos con los de un pobre en Montserrat y alternando, en Manresa, sus jornadas de contemplación luminosa con el servicio en los hospitales.
Hay unos versos anónimos ingleses que lo dicen muy exactamente:
Busqué a mi alma, pero no la podía ver.
Busqué a mi Dios, pero mi Dios se me iba.
Busqué a mi hermano..., y encontré a los tres
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SantaEdithStein8x5Santa Edith Stein, religiosa asesinada en el campo de concentración de Auschwitz en 1942 y canonizada por San Juan Pablo II en 1998, defendió intensamente el importante rol de la mujer en la sociedad, y en su libro “La mujer, su papel de acuerdo con la naturaleza y la gracia” escribió que “no hay ninguna […]
San Vicente de Paul.-
Nació en el pueblecito de Pouy en Francia, en 1580. San Vicente, -cuyo nombre significa victorioso-, solía decir, por experiencia propia, a los impacientes: "Tres veces hablé cuando estaba de mal genio y con ira, y las tres veces dije barbaridades". Por eso, cuando le ofendían, permanecía siempre callado, en silencio, como Jesús en su Santísima Pasión.
El Ministro Gondi nombró al Padre Vicente como Capellán de las grandes regiones donde tenía sus haciendas. Descubrió allí con horror, que los campesinos ignoraban totalmente la religión, que las pocas confesiones que hacía eran sacrílegas, porque callaban casi todo, y que no tenían quién los instruyera.
Se consiguió un grupo de sacerdotes amigos para empezar a predicar misiones por esos pueblos. La gente acudía por centenares y miles, a escuchar los sermones. Se confesaban y enmendaban su vida.
Fue ahí, donde vio la urgencia de fundar la Comunidad de Padres Vicentinos, dedicada a instruir y ayudar a los más necesitados.
La obra apostólica del Santo se extendió velozmente, fundando no sólo comunidades, sino también grupos de caridad para ayudar y enseñar a las gentes más pobres.



Sin embargo, con el objetivo de dirigir las misiones, el Santo notó la importancia de que fueran religiosas quienes colaborasen. Fundó, entonces, la Comunidad de las Hermanas Vicentinas, a cargo de Santa Luisa de Marillac.

Murió el 27 de septiembre de 1660, a los 80 años de edad. El Santo Padre León XIII lo proclamó Patrono de todas las asociaciones católicas de caridad.
Santos Cosme y Damián, mártires

Una tradición muy antigua atestigua la existencia de su sepulcro en Ciro (Siria), donde se erigió asimismo una basílica en su honor. Desde allí, su culto pasó a Roma y, más tarde, se propagó por toda la Iglesia.
Según la tradición son hermanos gemelos, nacidos en Arabia; estudiaron las ciencias en Siria y llegaron a distinguirse como médicos. Como eran auténticos cristianos, practicaban su profesión con gran habilidad pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. Por eso se les conoció en el oriente entre los santos llamados colectivamente "los sin dinero".
Vivían en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos eran distinguidos por el cariño y el respeto de todo el pueblo a causa de los muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad y por el celo con que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades que les brindaba su profesión para difundirla y propagarla. En consecuencia, al comenzar la persecución, resultó imposible que aquellos hermanos de condición tan distinguida, pasasen desapercibidos. Fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia y, luego de haber sido sometidos a diversos tormentos, murieron decapitados por la fe. Conducidos sus restos a Siria, quedaron sepultados en Cirrhus, ciudad ésta que llegó a ser el centro principal de su culto y donde las referencias más antiguas sitúan el escenario de su martirio.


Se cuentan muchos prodigios milagrosos sobre sus vidas pero poco se sabe con seguridad. Se dice por ejemplo que, antes de ser decapitados, salieron con bien de varios tipos de ejecuciones, como ser arrojados al agua atados a pesadas piedras, ser quemados en hogueras y ser crucificados. Cuando se hallaban clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que los arrojaban. Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros que torcieron su trayectoria e hicieron huir a los tiradores (se cuenta que el mismo caso ocurrió con San Cristóbal y otros mártires). Asimismo dice la leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos y sus nombres se mencionan en el Martiriologio Romano. Se habla de innumerables milagros, sobre todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte y, a veces, los propios santos se aparecieron, en sueños, a los que les imploraban en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente.
Entre las personas distinguidas que atribuyeron su curación de males gravísimos a los santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I, quien visitó la ciudad de Cirrhus especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores.
A principios del siglo V, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en honor de los mártires. La basílica que el Papa Félix  (526-530) erigió en honor de Cosme y Damián en el Foro Romano, con hermosísimos mosaicos, fue dedicada posiblemente el 27 de septiembre. Ese día se celebró la fiesta de Cosme y Damián hasta su traslado al 26 de septiembre en el nuevo calendario.
Los santos Cosme y Damián son nombrados en el canon de la misa y, junto con San Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos.
Tres pares de santos llevan los mismos nombres
Por un error, los cristianos de Bizancio honraron a tres pares de santos con los nombres de Cosme y Damián. Los de Arabia, que fueron decapitados durante la persecución de Diocleciano (17 de octubre), los de Roma, que murieron apedreados en el curso del reinado de Carino y los hijos de Teódota, que no fueron mártires. Sin embargo, se trata de los mismos.
Pidamos al Señor por intercesión de los santos Cosme y Damián por los médicos, para que cumplan santamente con su profesión.
"LO QUE HABEIS RECIBIDO GRATIS, DADLO TAMBIEN GRATUITAMENTE" (Jesucristo Mt. 10, 8)
Bibliografía:
Butler, Alban. Vidas de los Santos.
Sálesman, Eliécer- Vidas de Santos # 3
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día
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Cleofás, Santo
Discípulo del Señor, 25 de septiembre
Autor: . | Fuente: EvangelioDelDia.org

Discípulo del Señor

Martirologio Romano: Conmemoración de san Cleofás, discípulo del Señor, a quien, con el otro compañero itinerante, ardía el corazón cuando Cristo, en la tarde de Pascua, se les apareció en el camino explicándoles las Escrituras, y después, en la casa de Cleofás, en Emaús, conocieron al Salvador en la fracción del pan.
Dos veces aparece este nombre en los Evangelios. Una en San Lucas cuando habla de los dos discípulos que marchaban a Emaús (cfr San Lucas 24; 13, ss) y la otra en San Juan cuando habla de una "María, la mujer de Cleofás" que estaba presente en el Calvario, acompañando a la Virgen, la tarde en que fue crucificado y moría Jesús (cfr San Juan 19; 25,ss).-

Sin que pueda establecerse con certeza que estos dos personajes fueran marido y mujer, ya que varones llamados Cleofás debía haber bastantes en Jerusalén, sí parece que el esposo de esa María del Calvario debía ser un cristiano bastante conocido entre los discípulos, cuando San Juan escribe su evangelio y también que ambos estuvieron muy cerca de los acontecimientos que hoy narramos.-

Es la alborada del Domingo. Unas mujeres, quieren envolver en lienzos el cuerpo y poner perfumes preciosos, a la usanza judía, en el cuerpo de Jesús, ya que no pudo prepararse con finura el viernes por la tarde cuando lo pusieron en el sepulcro.-

El sepulcro está vacío, no tiene cuerpo dentro. Unos ángeles avisan que está vivo el Señor Jesús . Las mujeres, locas de alegría, nerviosas, corren y transmiten la nueva a los discípulos. Pedro y los demás no pueden creer ese inusitado acaecimiento.-

La distancia de Jerusalén a Emaús es de algo más de diez kilómetros. Hacia Emaús caminan ese mismo día dos discípulos del Maestro. Uno de ellos responde al nombre de Cleofás. Van comentando entre ellos los acontecimientos del fracaso de Jesús en los días pasados. -

Las pisadas son pesadas porque llevan la amargura en el pecho. Son tantos años juntos, tantas ilusiones truncadas, tantas promesas secas, tantas alegrías cegadas... hasta los proyectos del Reino se esfumaron con los clavos, la cruz y la lanza. Con Jesús muerto mal se anda.-

Se les unió un caminante como compañero de camino. Ellos temían "ofuscada la mirada". Al preguntar qué les pasa, Cleofás con tono enojado casi le regañó por no estar al día de lo que ha pasado en la Ciudad Santa. Cuando resumen los hechos tan trágicos e impresionantes, el viajero les recordó que ya estaba previsto por los profetas.-

Al acercarse a la aldea, el caminante hace intención de proseguir. Cleofás y su amigo le insistieron: "Quédate con nosotros, que el día ya declina". El caminante accedió, entró con ellos en la casa, se sentó a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió en trozos, y se lo dio. En este instante le reconocieron.-

Ahora, desandar lo andado para decirle a los hermanos que las mujeres mañaneras tenían razón no es pesado, es alegría; avanzan en la noche tan seguros como a pleno día porque lucen mucho las estrellas, los pasos se han tornado ágiles y firmes, el corazón late con fuerza, el gozo se ha hecho vida. Notan la vehemencia de decir pronto a los otros que Jesús sí es el Mesías.Con Jesús Vivo bien se camina.-

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San Cleofás


Oración


Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión de San Cleofás venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.-

Otras celebraciones de hoy: Nuestra Señora de la Fuencisla. Santos: Alberto de Jerusalén, Atanasio, Irene, Baldovino, Sergio, Aurelia, Neomisia, confesores; Arnolfo, Fermín, Solemnio, Lupo, Cástor, obispos; Antila, Bardomiano, Eucarpo, Herculano, mártires; Ermenfredo, abad; Pafnucio, monje; Cleofás, discípulo del Señor.

Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com
SAN SERGIO DE RADONEZ. Es considerado gran maestro de la vida monástica rusa y protector de Rusia. Nació de familia noble en Rostov en torno al año 1314. A los veinte años, siguiendo el ejemplo de los Padres del desierto, inició la vida eremítica en un bosque cerca de Radonez, no lejos de Moscú. Pronto se le unieron muchos seguidores, y en 1354 empezó con ellos la vida monástica en comunidad. Así nació el monasterio de la Santísima Trinidad, punto de referencia para el monacato de la Rusia septentrional. «Como san Francisco de Asís, santo al que muchos hagiógrafos lo han comparado, san Sergio trabajaba con empeño no sólo al servicio de la Iglesia, sino también al de la sociedad, oponiéndose al egoísmo y a los intereses privados y difundiendo la paz y el amor de Cristo» (Juan Pablo II, Angelus del 4-X-92). Se le atribuyeron experiencias místicas, como las visiones. Murió en su monasterio el 25 de septiembre de 1392, y sus restos mortales se veneran en la iglesia de la Santísima Trinidad, lugar que a lo largo de los siglos ha sido y sigue siendo un importante centro de la espiritualidad rusa.
BEATOS JUAN PEDRO BENGOA ARANGUREN, PABLO MARÍA LEOZ Y PORTILLO, y JESÚS HITA MIRANDA. Estos tres religiosos, los dos primeros Pasionistas y el tercero Marianista, durante la persecución religiosa en España, fueron arrestados en Ciudad Real y fusilados en Carrión de Calatrava el 25 de septiembre de 1936. Sus cuerpos fueron arrojados a un pozo, y ha resultado imposible identificarlos entre tantos fusilados. Juan Pedro nació en Santa Águeda (Guipúzcoa) el año 1890. Profesó en los Pasionistas en 1908 y estudió filosofía en Toluca (México). En la persecución mexicana estuvo encarcelado, luego marchó a Chicago (USA), donde recibió la ordenación sacerdotal. Le encomendaron distintas misiones en México y España. Dotado de una poderosa voz de bajo, dignificaba la liturgia. Realizó una buena labor catequista y predicó bastantes misiones. Pablo María nació en Leoz (Navarra) en 1882. Daba ejemplo de laboriosidad y acogía en su casa a los pobres. A los 26 años abrazó la vida religiosa en los Pasionistas. Trabajó en varias casas y se dedicó recoger limosnas por los pueblos. Jesús nació en Calahorra (La Rioja) el año 1900. Ingresó en el postulantado de los Marianistas en 1913 y profesó en 1918. Terminados sus estudios, a partir de 1921 se entregó a la enseñanza en los diversos destinos a donde fue enviado. Fue un excelente educador, solícito del bien de sus alumnos, tenaz en su trabajo personal y perfeccionista, siempre dispuesto a desempeñar trabajos supletorios.
* * *
San Aunacario (o Anacario). Nació en Orleáns. De joven estuvo en la corte, luego ingresó en el clero de Autun y el año 561 fue elegido obispo de Auxerre (Francia). Durante su episcopado y en Auxerre se concluyó el llamadoMartirologio Jeronimiano. Cuidó mucho la disciplina litúrgica y canónica de su diócesis. Murió el año 605.
San Cleofás. La Iglesia conmemora hoy a este discípulo del Señor, a quien se refiere el Evangelio de san Lucas al hablar de «los discípulos de Emaús». La tarde del día de Pascua, Cleofás y el otro discípulo de Jesús iban a Emaús. En el camino se les apareció Cristo que les fue explicando las Escrituras. Sus corazones ardían. Al llegar al pueblo, Jesús hizo además de seguir adelante, pero ellos lo detuvieron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece». Puestos a la mesa, el Señor tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo fue dando. Ellos entonces lo reconocieron, volvieron a Jerusalén y contaron a los Apóstoles lo que les había pasado (Lc 24,13-35).
San Ermenfrido. Fue monje en el monasterio de Luxeuil, y más tarde se dedicó a dar nueva vida al abandonado monasterio de Cusance, región del Franco Condado en Francia, del que fue abad y en el que murió hacia el año 670.
San Fermín. Obispo de Amiens (Francia), que sufrió el martirio a principios del siglo IV.
San Finbarro (o Barr). Obispo de Cork (Munster, Irlanda) en el siglo VI.
Santos Pablo, Tata y sus hijos. Pablo y Tata, que eran esposos, y sus hijos Sabiniano, Máximo, Rufo y Eugenio, acusados todos ellos de ser cristianos, fueron azotados y sometidos a otras crueles torturas hasta que entregaron su espíritu a Dios. El martirio tuvo lugar en Damasco de Siria, en una fecha desconocida del siglo IV.
San Principio. Era hermano de san Remigio y fue obispo de Soissons (Francia), en el siglo VI.
San Solemne. Obispo de Chartres (Francia). Murió poco antes del año 511.
Beato José María Vidal Segú. Nació en Secuita (Tarragona, España), en 1912. Hizo su profesión religiosa en los Dominicos el año 1929, y recibió la ordenación sacerdotal el 11 de abril de 1936. Era bondadoso y de buena voluntad, humilde y sencillo, muy querido por sus hermanos de comunidad. Tuvo que dejar el convento de Valencia el 19 de julio de 1936 a causa de la persecución religiosa. Estuvo vagando por la ciudad, depauperado y en una situación lamentable. Marchó Barcelona y luego se ocultó en una casa de campo de Piera (Barcelona), de la que su hermano era colono. Allí lo detuvieron por ser religioso, y el 24 ó 25 de septiembre de 1936 lo martirizaron en un bosque junto a la carretera de Piera a Vallbona.
Beatos Juan Codera Marqués y Tomás Gil de la Cal. Estos dos miembros de la familia Salesiana fueron martirizados en Madrid el 25 de septiembre de 1936, durante la persecución religiosa española. Juan nació en Barbastro (Huesca) el año 1883, e hizo la profesión religiosa como coadjutor salesiano en 1919. Era enfermero. Lo detuvieron y lo pusieron en libertad varias veces en Madrid hasta que, el 25 de septiembre de 1936, mientras visitaba a un enfermo, lo arrestaron y a continuación lo mataron. Tomás nació en Guzmán (Burgos) el año 1898. Llegó al Colegio de Carabanchel Alto (Madrid) como ayudante; pero, deseando abrazar la vida religiosa, fue admitido al postulantado salesiano. Era todavía postulante cuando se desató la persecución religiosa. También él fue arrestado y liberado varias veces antes de su martirio junto con Juan.
Beato Luis Fermín Huerta. Nació en Torrecilla del Monte (Burgos) en 1905. Emitió sus primeros votos en 1922. Debido a su miopía aguda, lo destinaron a tareas domésticas, en particular la de cocinero; algún tiempo dio clases a los más pequeños. En agosto de 1935 volvió a Arceniega (Álava). Era un excelente religioso, piadoso, humilde, abnegado, servicial. Al estallar la persecución religiosa, lo detuvieron y, conducido a Bilbao, lo encerraron en el barco-prisión “Cabo Quilates”. Allí sufrió toda clase de torturas y vejaciones, y el 25 de septiembre de 1936 lo asesinaron en el mismo barco. Beatificado el 13-X-2013.
Beato Marcos Criado. Nació en Andújar (Jaén, España) en 1522. El año 1536 abrazó la vida religiosa en la Orden de la Santísima Trinidad, en la que profesó y se ordenó de sacerdote. Destinado a la evangelización del reino de Granada, predicó el Evangelio por pueblos y ciudades sin descanso. De modo especial se dedicó a la misión entre los moriscos. Cuando trabajaba pastoralmente en las Alpujarras, los moriscos lo apresaron, lo torturaron y por último lo mataron arrancándole el corazón el 25 de septiembre de 1569.
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
De la primera carta de san Pablo a los Corintios: «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros» (1 Cor 3,16-17).
Pensamiento franciscano:
De la carta de san Francisco a un ministro: «Si alguno de los hermanos, por instigación del enemigo, pecara mortalmente, esté obligado por obediencia a recurrir a su guardián. Y todos los hermanos que sepan que ha pecado, no lo avergüencen ni lo difamen, sino tengan gran misericordia de él, y mantengan muy oculto el pecado de su hermano; porque no necesitan médico los sanos sino los que están mal» (CtaM 14-15).
Orar con la Iglesia:
Alabemos a Cristo, que asumió nuestra condición humana, haciéndose igual a nosotros en todo menos en el pecado, y pidámosle que su Espíritu habite siempre en nosotros.
-Guía, Señor, a quienes gobiernan las naciones: para que todos los hombres puedan cumplir libremente tu voluntad y trabajar por el bien y la paz.
-Tú que, por tu sacrifico en la cruz, nos devolviste la libertad de los hijos de Dios: rompe las cadenas de los que sufren esclavitud en el cuerpo o en el espíritu.
-Concede, Señor, a los jóvenes el crecimiento integral y la realización de sus esperanzas: para que así respondan a tus designios de amor y felicidad.
-Que los niños imiten el ejemplo que nos diste en Nazaret: para que crezcan en sabiduría, estatura y gracia ante Dios y ante los hombres.
Oración: Señor Jesús, concédenos amarte de todo corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
* * *
EL VERDADERO SIGNIFICADO DEL CUERPO
Del discurso de S. S. Benedicto XVI
al Instituto pontificio Juan Pablo II (13-V-2011)
El beato Juan Pablo II os ha encomendado, para el estudio, la investigación y la difusión, sus «Catequesis sobre el amor humano», que contienen una profunda reflexión sobre el cuerpo humano. Conjugar la teología del cuerpo con la del amor para encontrar la unidad del camino del hombre: éste es el tema que quiero indicaros como horizonte para vuestro trabajo.
Poco después de la muerte de Miguel Ángel, Paolo Veronese fue llamado a la Inquisición, con la acusación de haber pintado figuras inapropiadas alrededor de la Última Cena. El pintor respondió que también en la Capilla Sixtina los cuerpos estaban representados desnudos, con poca reverencia. Fue el propio inquisidor el que defendió a Miguel Ángel con una respuesta que se ha hecho famosa: «¿No sabes que en estas figuras no hay nada que no sea espíritu?». En la actualidad nos cuesta entender estas palabras, porque el cuerpo aparece como materia inerte, pesada, opuesta al conocimiento y a la libertad propias del espíritu. Pero los cuerpos pintados por Miguel Ángel están llenos de luz, de vida, de esplendor. De esta manera quería mostrar que nuestros cuerpos entrañan un misterio. En ellos el espíritu se manifiesta y actúa. Están llamados a ser cuerpos espirituales, como dice san Pablo (cf. 1 Cor 15,44).
Podemos ahora preguntarnos: Este destino del cuerpo, ¿puede iluminar las etapas de su camino? Si nuestro cuerpo está llamado a ser espiritual, ¿no deberá ser su historia la de la alianza entre cuerpo y espíritu? De hecho, lejos de oponerse al espíritu, el cuerpo es el lugar donde el espíritu puede habitar. A la luz de esto se puede entender que nuestros cuerpos no son materia inerte, pesada, sino que hablan, si sabemos escuchar, con el lenguaje del amor verdadero.
La primera palabra de este lenguaje se encuentra en la creación del hombre. El cuerpo nos habla de un origen que nosotros no nos hemos conferido a nosotros mismos. «Me has tejido en el seno materno», dice el salmista al Señor (Sal 139,13). Podemos afirmar que el cuerpo, al revelarnos el Origen, lleva consigo un significado filial, porque nos recuerda nuestra generación, que, a través de nuestros padres que nos han dado la vida, nos hace remontarnos a Dios Creador. El hombre sólo puede aceptarse a sí mismo, sólo puede reconciliarse con la naturaleza y con el mundo, cuando reconoce el amor originario que le ha dado la vida.
A la creación de Adán le sigue la de Eva. La carne, recibida de Dios, está llamada a hacer posible la unión de amor entre el hombre y la mujer, y transmitir la vida. Los cuerpos de Adán y Eva antes de la caída aparecen en perfecta armonía. Hay en ellos un lenguaje que no han creado, un erosarraigado en su naturaleza, que los invita a recibirse mutuamente del Creador, para poder así darse. Comprendemos entonces que el hombre, en el amor, es «creado nuevamente». Incipit vita nova, decía Dante, comienza la vida de la nueva unidad, de los dos en una carne. La verdadera fascinación de la sexualidad nace de la grandeza de la apertura de este horizonte: la belleza integral, el universo de la otra persona y del «nosotros» que nace de la unión, la promesa de comunión que allí se esconde, la fecundidad nueva, el camino que el amor abre hacia Dios, fuente del amor.
La unión en una sola carne se hace entonces unión de toda la vida, hasta que el hombre y la mujer se convierten también en un solo espíritu. Se abre así un camino en el que el cuerpo nos enseña el valor del tiempo, de la lenta maduración en el amor. Desde esta perspectiva, la virtud de la castidad recibe nuevo sentido. No es un «no» a los placeres y a la alegría de la vida, sino el gran «sí» al amor como comunicación profunda entre las personas, que requiere tiempo y respeto, como camino hacia la plenitud y como amor que se hace capaz de generar la vida y de acoger generosamente la vida nueva que nace.
La familia es el lugar donde se unen la teología del cuerpo y la teología del amor. Aquí se aprende la bondad del cuerpo, su testimonio de un origen bueno, en la experiencia del amor que recibimos de nuestros padres. Aquí se vive el don de sí en una sola carne, en la caridad conyugal que une a los esposos. Aquí se experimenta la fecundidad del amor, y la vida se entrelaza a la de las otras generaciones. Y es en la familia donde el hombre descubre su carácter relacional, no como individuo autónomo que se autorrealiza, sino como hijo, esposo, padre, cuya identidad se funda en la llamada al amor, arecibirse de otros y a darse a los demás. Este camino de la creación encuentra su plenitud con la Encarnación, con la venida de Cristo. Dios asumió el cuerpo, se reveló en él.
* * *
PARA SANAR DEL PECADO,
MIREMOS A CRISTO CRUCIFICADO

S. Agustín, Tratado 12 sobre el evangelio de S. Juan (8.10-11)
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. Así pues, Cristo estaba en la tierra y estaba a la vez en el cielo: aquí estaba con la carne, allí estaba con la divinidad, mejor dicho, con la divinidad estaba en todas partes. Nacido de madre, no se apartó del Padre. Sabido es que en Cristo se dan dos nacimientos: uno divino, humano el otro; uno por el que nos creó y otro por el que nos recreó. Ambos nacimientos son admirables: aquél sin madre, éste sin padre. Y puesto que había recibido un cuerpo de Adán -ya que María había recibido un cuerpo de Adán, pues María desciende de Adán- y este cuerpo él habría de resucitarlo, se refirió a la realidad terrena cuando dijo: Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Pero se refirió a la realidad celeste, al decir: El que no nazca de agua y de Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. ¡Animo, hermanos! Dios ha querido ser Hijo del hombre y ha querido que los hombres sean hijos de Dios. Él bajó por nosotros; subamos nosotros por él.
Efectivamente, bajó y murió, y su muerte nos libró de la muerte. La muerte lo mató y él mató a la muerte. Y ya lo sabéis, hermanos: por envidia del diablo entró esta muerte en el mundo. Dios no hizo la muerte: es la Escritura la que habla; ni se recrea -insiste- en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera. Pero, ¿qué es lo que dice poco después? Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo. El hombre no se hubiera acercado, coaccionado, a la muerte con que el diablo le brindaba: el diablo no tiene efectivamente poder coactivo, pero sí astucia persuasiva. Sí no hubieses consentido, nada te hubiera hecho el diablo: tu consentimiento, oh hombre, te condujo a la muerte. De un mortal nacimos mortales: de inmortales nos hicimos mortales. Todos los hombres nacidos de Adán son mortales: y Jesús, Hijo de Dios, Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, Unigénito igual al Padre, se hizo mortal: pues el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros.
Asumió, pues, la muerte y la suspendió en la cruz, librando así a los mortales de esa misma muerte. Lo que en figura sucedió a los antiguos, lo recuerda el Señor: Lo mismo que Moisés -dice- elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Gran misterio éste, ya conocido por quienes han leído la Escritura. Oiganlo también los que no la han leído y los que, habiéndola leído o escuchado, la han olvidado. Estaba siendo diezmado el pueblo de Israel en el desierto a causa de las mordeduras de las serpientes, y la muerte hacía verdaderos estragos: era castigo de Dios, que corrige y flagela para instruir.
Con aquel misterioso signo se prefiguraba lo que iba a suceder en el futuro. Lo afirma el mismo Señor en este pasaje, a fin de que nadie pueda interpretarlo de modo diverso al que nos indica la misma Verdad, refiriéndolo a sí mismo en persona. En efecto, el Señor ordenó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce, la colocara en un estandarte en medio del desierto, y advirtiera al pueblo de Israel que si alguno era mordido por una serpiente, mirara a la serpiente alzada en el madero.
¿Qué representa la serpiente levantada en alto? La muerte del Señor en la cruz. Por la efigie de una serpiente era representada la muerte, precisamente porque de la serpiente provenía la muerte. La mordedura de la serpiente es mortal; la muerte del Señor es vital. ¿No es Cristo la vida? Y, sin embargo, Cristo murió. Pero en la muerte de Cristo encontró la muerte su muerte. Si, muriendo, la Vida mató la muerte, la plenitud de la vida se tragó la muerte; la muerte fue absorbida en el cuerpo de Cristo. Lo mismo diremos nosotros en la resurrección, cuando cantemos ya triunfalmente: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?
Mientras tanto, hermanos, miremos a Cristo crucificado para sanar de nuestro pecado.
* * *
LA VÍA DE LA CONVERSIÓN
EN SAN FRANCISCO DE ASÍS
«El Señor me llevó entre los leprosos»

por Lázaro Iriarte, OFMCap
LA EXPERIENCIA SUPREMA (y II)
La Vida I de Celano nos describe a Francisco, ebrio de gozo por la libertad nueva que ahora [después de la renuncia hecha ante el obispo] gustaba su espíritu, pregonando su dicha en francés bosque adelante; los ladrones lo arrojan en una hoya de nieve; se levanta y sigue cantando con mayor gozo las alabanzas del Creador. Va a pedir trabajo a una abadía, y allí tiene que probar desnudez y hambre, en tal grado, que se ve precisado a tentar mejor acogida en otra parte. En Gubbio un amigo le proporciona el vestido indispensable; por fin, sigue el biógrafo, «se trasladó a los leprosos; vivía con ellos, sirviéndoles a todos con suma diligencia por Dios; lavábales las llagas pútridas y se las curaba» (1 Cel 17; LM 2,6).
Fue su noviciado. Y sería también el noviciado de sus primeros seguidores. Persuadido de que Cristo acaba por revelarse siempre a quien le busca en el pobre, en el humilde y paciente, les ofrecerá como un regalo esa experiencia tan rica para él de dulces consecuencias. «Durante el día trabajaban con sus manos, los que sabían hacerlo, morando en las leproserías, o en otros lugares honestos, sirviendo a todos humilde y devotamente» (1 Cel 39).
El Espejo de Perfección (EP 44) nos ofrece un notable testimonio de la pedagogía evangélica empleada por el joven fundador con los novicios: «En los principios de la orden quiso que los hermanos moraran en los hospitales de los leprosos para servir a éstos, con el fin de que allí se fundamentaran en la santa humildad. Y así, cuando pretendían entrar en la orden, fuesen nobles o plebeyos, entre otras cosas se les comunicaba sobre todo que debían consagrarse al servicio de los leprosos y vivir con ellos en los lazaretos». El fruto que Francisco pretendía era la conversión mediante la convivencia fraterna con los leprosos.
Los primeros franciscanos establecidos en tierras germánicas comenzaron asimismo morando en las leproserías. Salimbene conoció todavía religiosos que servían a los enfermos en los hospitales. Y san Buenaventura, en uno de sus sermones sobre san Francisco, dice: «Él y sus hermanos socorrían y servían a los enfermos, mendigaban el alimento para ellos o lo procuraban trabajando con sus manos; moraban en los hospitales y en las leproserías, y compartían su suerte con los indigentes que no podían proporcionarse el sustento, sirviéndoles y ayudándoles».
Pero parece que no todos estaban para llevar con alegría semejante heroísmo. Por un recuerdo de fray Conrado de Offida sabemos de una «tentación» de fray Rufino -¡le proporcionaba tantas su timidez!-, quien no podía hacerse a la idea de que los hermanos anduvieran recorriendo de aquella manera las leproserías, sin sosiego para la oración; ¿no era más seguro el género de vida de san Antonio y demás anacoretas? Y le asaltaban dudas sobre la sensatez del fundador.
Por lo que hace a san Francisco, sabemos por Celano que, al final de su vida, gastado el cuerpo de fatigas, maceraciones y vivencias místicas, sentíase aún con arrestos de conversión y añoraba el primer sabor de su donación juvenil a los necesitados: «Pensaba siempre en nuevos arranques de mayor perfección..., en acometer nuevas empresas al servicio de Cristo... Anhelaba ardorosamente volver a la humildad de los comienzos... Quería volver otra vez al servicio de los leprosos y verse despreciado como en otro tiempo» (1 Cel 103).


 Rigió la Iglesia Romana durante un breve periodo de tiempo---del 18 de enero al 7 de octubre del 336 – y después de su muerte el trono papal permaneció vacante durante cuatro meses. Se desconoce qué ocasionó esta comparativamente larga vacante. El 6 de febrero de 337, Julio, hijo de Rústico y nativo de Roma, fue elegido Papa. Su pontificado es recordado principalmente por su firme y juiciosa intervención en las controversias arrianas, sobre las que tenemos abundantes fuentes de información. Después de la muerte de Constantino el Grande (22 de mayo de 337), su hijo Constantino II, Gobernador de Galia, permitió al exiliado San Atanasio regresar a su sede de Alejandría. Sin embargo, los arrianos en Egipto nombraron un obispo rival en la persona de Pisto y enviaron una embajada al Papa Julio pidiéndole que admitiera a Pisto a la comunión con Roma, y enviaron al Papa las decisiones del Concilio de Tiro (335) para probar que la destitución de Atanasio había sido válida. Atanasio, por su parte, envió mensajeros a Roma para entregar a Julio una carta sinodal de los obispos de Egipto, la cual contenía una completa justificación de su patriarca. A la llegada de los enviados de Atanasio a Roma, Macario, el jefe de los representantes arrianos, se marchó de la ciudad; los dos restantes delegados arrianos, junto con los diputados de Atanasio, fueron convocados por el Papa Julio. La delegación arriana entonces suplicó al Papa que convocase la reunión de un gran sínodo, ante el cual ambas partes presentarían sus respectivos casos para una solución.

Julio convocó al sínodo en Roma y envió a dos mensajeros a llevar una carta de invitación a los obispos de Oriente. Bajo el liderazgo de Eusebio de Nicomedia, quien había sido elevado desde Nicomedia a la Sede de Constantinopla, los obispos arrianos habían celebrado mientras tanto un concilio en Antioquia y eligieron a Jorge de Capadocia como obispo de Alejandría en lugar de Pisto. A Jorge se le introdujo forzadamente en su sede y Atanasio, estando de nuevo en el exilio, se puso en camino a Roma. Muchos otros obispos orientales que habían sido removidos por el partido arriano, entre ellos Marcelo de Ancira, también llegaron a Roma. En una carta redactada en términos muy altivos, los obispos arrianos del partido de Eusebio rechazaron asistir al sínodo convocado por Julio. El sínodo se celebró en el otoño del 340 ó 341, bajo la presidencia del Papa en la iglesia titular del presbítero Vito. Después de un detallado examen de los documentos, Atanasio y Marcelo de Ancira, quienes habían hecho una satisfactoria profesión de fe, fueron exonerados y restablecidos a sus derechos episcopales. El Papa Julio comunicó esta decisión en una carta muy notable y hábil a los obispos del partido de Eusebio En esta carta él justifica su proceder en este caso, defiende en detalle la reinstauración de Atanasio y censura fuertemente la ausencia de los obispos orientales al Concilio, cuya convocación habían sugerido ellos mismos. Incluso si Atanasio y sus compañeros fueron de alguna manera culpables, continúa la carta, la Iglesia de Alejandría debía haber escrito primero al Papa. “Podéis ser ignorantes” escribe el Papa “de que esta es la costumbre, que nos debían haber escrito primero primero, así que desde ahora se debe definir lo que es justo.” (Julii ep. Ad Antiochenos, c. XXII).
Después de la victoria sobre su hermano Constantino II, el Emperador Constante gobernó sobre gran parte del Imperio. Era enteramente ortodoxo en sus puntos de vista y a petición del Papa y de otros obispos occidentales, intercedió ante su hermano Constantino, emperador de Oriente, a favor de los obispos que habían sido depuestos y perseguidos por el partido arriano. Ambos gobernantes acordaron que debía ser convocado un concilio general de los obispos occidentales y orientales en Sárdica (v. Concilio de Sárdica), la ciudad principal de la provincia de la Dacia Mediterránea (la moderna Sofía), un concilio general de los obispos de Oriente y Occidente. Este tuvo lugar en el otoño del 342 o 343, Julio envió como sus representantes a los sacerdotes Arquidamo y Filóxeno y al diácono León. A pesar de que los obispos orientales del partido arriano no se unieron al concilio, mantuvieron su propia reunión por separado y luego se marcharon, a pesar de todo, el concilio cumplió su objetivo. A través de los importantes cánones III, IV y V (VII en el texto en latín) de este concilio, se reguló más exactamente el procedimiento a seguir en caso de acusación contra los obispos acusados, y se estableció definitivamente la forma de la intervención Papal en la condenación de obispos.
Al cierre de sus trabajos el sínodo comunicó sus decisiones al Papa mediante una carta respetuosa. A pesar de la reafirmación de su inocencia por el Concilio de Sárdica, San Atanasio no fue restaurado a su sede por el Emperador Constancio hasta después de la muerte de Jorge, el obispo rival de Alejandría, en el 346. El Papa Julio aprovechó la ocasión para escribir una carta, la cual todavía existe, a los sacerdotes, diáconos y a todos los fieles de Alejandría para felicitarles por el regreso de su gran pastor. Los dos obispos Ursacio de Singidunum y Valens de Mursia, quienes debido a su arrianismo habían sido depuestos por el Concilio de Sárdica, hicieron una retractación formal de su error ante Julio, quien, habiéndoles citado a una audiencia y después de recibir una confesión de fe firmada, los restauró a sedes episcopales. Carecemos de información exacta sobre el funcionamiento interno de la Iglesia Romana durante el pontificado de Julio; no obstante, todos están de acuerdo de que hubo un rápido incremento del número de creyentes en Roma, donde Julio mandó a erigir dos nuevas basílicas: la iglesia titular de Julio (actualmente Santa María en Trastevere) y la Basílica Julia (actualmente la Iglesia de los Doce Apóstoles). Además de éstas, construyó tres iglesias sobre cementerios fuera de las murallas de Roma: una en la carretera a Porto, una segunda en la Vía Aurelia y una tercera en la Vía Flaminia en la tumba del mártir San Valentín. Se han descubierto las ruinas de esta última. La veneración de los fieles por las tumbas de los mártires continuó extendiéndose rápidamente. Bajo el pontificado de Julio, si no antes, se comenzó a usar los catálogos de las festividades de los [[Comunión de los Santos|santos, el Santoral Romano de Filócalo data del año 336.
A través de San Atanasio, quien permaneció en Roma varios años después del 339, la vida monástica egipcia obtuvo renombre en la capital, y el ejemplo de los ermitaños de los desiertos egipcios encontró muchos imitadores en la Iglesia Romana. Julio murió el 12 de abril de 352 y fue enterrado en las catacumbas de Calepodio en la Vía Aurelia y muy poco después de su muerte fue venerado como santo. Su cuerpo fue más tarde trasladado a Santa María en el Trastevere, la iglesia que él había construido. Su fiesta se celebra el 12 de abril.

Bibliografía: Liber Pontificalis, ed. DUCHESNE, I, 205: P.L., VIII, 858 sqq.; JAFFE, Regesta Rom. Pont., I (2nd ed.), 30 sqq.: RIVINGTON, The primitive church and the see of St. Peter, 173 sqq., 407 sqq.; DUCHESNE, Hist. ancienne de l'Eglise, II (Paris, 1907), 197 sqq.; GRISAR, Gesch. Roms und der Paepste, I, 150 sqq., 253 sqq.: LANGEN, Gesch. der roemischen Kirche, I, 424-59; HEFELE, Konziliengesch., I (2nd ed.), 499 sqq., 553 sqq.; FUNCK, Die Echtheit der Kanones von Sardika in Kirchengesch. Abhandl. u. Untersuch., III (Paderborn, 1907), 159-217.