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SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL y RAFAEL. En la Biblia, desde el AT, aparecen los ángeles y sus jefes, los arcángeles, criaturas espirituales, como ministros o servidores de Dios, bien sea para llevar a los hombres los mensajes y la protección divina, bien sea para alabar al Señor y presentarle las preces de los hombres. La Iglesia celebra a tres arcángeles. Miguel, que significa «¿Quién como Dios?», es el defensor de los derechos divinos y el protector del pueblo de Dios y de la Iglesia contra las asechanzas del mal; a él se refieren Dan 10-12, Ap 12 y la carta de Judas. Gabriel, «Fuerza de Dios», es sobre todo el ángel que interviene, enviado por Dios, en los acontecimientos de la Anunciación y del nacimiento de Juan Bautista y de Jesús (Lc 1). Rafael, «Medicina de Dios», aparece en el libro de Tobías, como compañero y protector del hijo en su largo y peligroso viaje y como médico de la ceguera del padre. Con el Salmo 102 podemos rezar: «Bendecid al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus órdenes, prontos a la voz de su palabra».- Oración: Oh Dios, que con admirable sabiduría distribuyes los ministerios de los ángeles y los hombres, te pedimos que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
SAN JUAN DE DUKLA. Sacerdote profeso franciscano, primero Conventual y luego Observante. Nació alrededor del año 1414 en Dukla (Polonia). Después de una breve experiencia de vida eremítica, ingresó en la Custodia de los Frailes Menores de Rusia (Rutenia). Siempre mostró una fuerte tendencia a la vida de oración y contemplación. Ordenado de sacerdote, se dedicó a la predicación y al servicio pastoral en los vastos territorios de las actuales repúblicas de Ucrania, Moldavia y Bielorrusia. A él acudían las gentes para escuchar sus predicaciones o para buscar consuelo y consejo en el confesonario. Llegado a la vejez y perdida la vista, siguió trabajando; pedía que un novicio le leyera los textos sagrados y le escribiera los sermones. Iba a tientas al confesonario, al que fue muy adicto. Falleció el 29 de septiembre de 1484 en Leópoli (hoy, Lvov, Ucrania), donde había pasado la mayor parte de su vida. Clemente XII, en 1739, lo proclamó compatrono principal del reino de Polonia y del gran ducado de Lituania. Juan Pablo II lo canonizó en 1997.


SANTOS MIGUEL AOZARAZA y COMPAÑEROS MÁRTIRES. En la fecha de ayer, 28 de septiembre, celebramos la memoria de 16 mártires de Japón, inmolados entre 1633 y 1637, y canonizados por Juan Pablo II en 1987. En tal día como hay, 29 de septiembre, fueron martirizados los cinco santos que aquí recordamos. Miguel Aozaraza, sacerdote dominico, nació en Oñate (Guipúzcoa, España) en 1598; en 1634 marchó a Filipinas, donde estuvo evangelizando hasta que, en 1636, lo destinaron a las misiones de Japón. Guillermo Courtet, sacerdote dominico, nació en Sérignan (Francia) el año 1590. Hizo la profesión religiosa en 1608. Ordenado de sacerdote, ejerció el ministerio en su patria hasta que pasó a Madrid a fin de prepararse para ir a misiones. Marchó a Filipinas en 1634 y pronto lo destinaron a Japón en la misma expedición en que iba san Miguel.Vicente Shiwozuka, sacerdote dominico, nació en Nagasaki (Japón). Fue primero catequista en su país, y cuando llegó la persecución de 1614 marchó a Manila, donde se ordenó de sacerdote y se hizo terciario franciscano. Se le ofreció unirse a la expedición de 1636 para ir a Japón, y para integrarse mejor ingresó en la Orden de Predicadores. Lázaro de Kioto se unió a la mencionada expedición como guía e intérprete, pues era natural de Kioto, cristiano y leproso, expulsado de su país a causa de su fe y su enfermedad.Lorenzo de Manila Ruiz, seglar cristiano y padre de familia, nació en Binondo, arrabal de Manila, el año 1600. Se le acusó de complicidad en un asesinato y él su unió a la mencionada expedición. Poco después de su llagada a Japón, fueron detenidos, y tras un largo año de cárcel y suplicios, el 29 de septiembre de 1936, en Nagasaki, les aplicaron el tormento de la horca y la hoya, en el que murió Lorenzo, y seguidamente los otros fueron decapitados.
BEATO CARLOS DE BLOIS, duque de Bretaña (Francia), sobrino de Felipe VI rey de Francia, terciario franciscano, nació el año 1318. En 1337 se casó con Juana de Penthièvre, mujer noble y virtuosa. Como hombre piadoso, afable y humilde que era, hubiera preferido vivir en la paz de un convento franciscano -decía él-, pero se vio arrastrado a continuas guerras. Cayó prisionero de los ingleses y estuvo encerrado en la Torre de Londres de 1348 a 1356; durante ese cautiverio dio pruebas de paciencia y de piedad. Liberado de la prisión, volvió a su tierra y trató de vivir en paz ocupándose de sí mismo y de su pueblo, pero de nuevo se vio envuelto en la guerra, y en la batalla de Auray (Bretaña) encontró la muerte el 29 de septiembre de 1364. Lo beatificó san Pío X, que lo propuso como modelo de caballero cristiano, buen esposo y buen gobernante, hombre adicto a la justicia y a la misericordia.
BEATO NICOLÁS DE FORCA PALENA. Nació en Forca Palena (Abruzos, Italia) el año 1349. Ordenado de sacerdote, se dedicó al sagrado ministerio y a la contemplación en su tierra, edificando a la gente por su vida austera y devota, y por su caridad con los pobres. En una peregrinación a Roma, deseoso de una vida más recogida y austera, ingresó en una comunidad de ermitaños de la Tercera Orden Franciscana. Pasó luego con algunos compañeros a Nápoles, donde se unió a los ermitaños de Juan de Sperlonga y fundó el eremitorio de Santa María. En 1419 volvió a Roma y fundó en el Gianicolo el eremitorio de San Onofre. Conoció al beato Pedro Gambacorta, fundador de los Ermitaños de San Jerónimo, trabaron una gran amistad entre ellos y acabaron uniendo sus fundaciones. El papa Eugenio IV envió a Nicolás a Florencia, en 1434, a reformar y fundar monasterios. Después volvió a su eremitorio de San Onofre, donde vivió sus últimos años en soledad y contemplación. Murió centenario el 29 de septiembre de 1449.
BEATO SANTIAGO DE RAFELBUÑOL (en el siglo, Santiago Mestre Iborra). Nació en Rafelbuñol (Valencia, España) el año 1909. Joven piadoso y ejemplar, de familia muy cristiana, profesó en la Orden Capuchina en 1925 y fue ordenado de sacerdote en Roma el año 1932. Allí obtuvo el grado de doctor en teología. Vuelto a su Provincia, fue vicerrector del Seminario Seráfico de Massamagrell. Cuando tuvo que cerrar el Seminario por la persecución religiosa, se preocupó de poner a salvo a los seminaristas, y luego se refugió en casa de sus padres. El 26 de septiembre de 1936 lo arrestaron cuando se presentó voluntario ante el Comité ofreciéndose a cambio de la libertad de sus hermanos y su padre. En la cárcel escuchó en confesión a los presos y consoló a todos. La noche del 28 al 29 de aquel mes de septiembre fue fusilado en Gilet (Valencia) junto con sus hermanos y el padre, mientras gritaban: «¡Viva Cristo Rey!». Es uno de losmártires valencianos beatificados por Juan Pablo II en 2001.
BEATO FRANCISCO DE PAULA CASTELLÓ I ALEU. Nació en Alicante (España) en 1914, año en que murió su padre, que de profesión era obrero industrial. Su madre, que era maestra, se trasladó con sus hijos a Lérida y allí hizo Francisco sus primeros estudios. En 1934 obtuvo la Licenciatura en Química en el prestigioso Instituto Químico de Sarriá. En Barcelona llevó vida de intensa piedad y formó parte de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña. En 1935 regresó a Lérida y trabajó como ingeniero, jefe de sección, en la Casa Cros, y además dio clases gratuitas por la noche a los trabajadores y enseñó catecismo a niños y adultos. En julio de 1936, mientras hacía el servicio militar, fue encarcelado a causa de su militancia católica. Desde la cárcel, el mismo día del martirio, escribió cartas de despedida a su novia, a sus hermanas y tías y al P. Román, jesuita, llenas de serenidad y de entrega a las manos de Dios. El 29 de septiembre de 1936 lo mataron por arma de fuego en el cementerio de Lérida, después de que perdonara a sus verdugos.
BEATO LUIS MONZA. Nació en Cislago (Lombardía, Italia), el año 1898, en una familia campesina. Trabajó en el campo, a los 18 años entró en el seminario y en 1925 recibió la ordenación sacerdotal, incardinado en la diócesis de Milán. El inicio de su ministerio sacerdotal estuvo marcado por todo tipo de pruebas, incluida la cárcel durante el régimen fascista. Tuvo la intuición de ver en la caridad de los primeros cristianos el medio más apto para acercarse al hombre contemporáneo y anunciarle el Evangelio de Cristo. Durante la segunda guerra mundial se esforzó en particular por ayudar a sus feligreses que estaban en el frente de batalla. En 1937 encontró el camino que el Señor le tenía preparado: fundar el instituto secular de las Pequeñas Apóstoles de la Caridad. Primero creó la asociación «Nuestra Familia» para la asistencia socio-sanitaria, la instrucción y la formación de las personas discapacitadas y menos favorecidas, sobre todo niños. Murió en Milán, a causa de un infarto, el 29 de septiembre de 1954. Fue beatificado el año 2006.
* * *
San Alarico (o Adelrico). Sacerdote y ermitaño en la isla de Ufnau, en el lago de Zúrich (Suiza). Su vida se sitúa en el siglo X.
San Ciríaco (o Quiríaco). Nació en la ciudad griega de Corinto hacia el año 449. De joven emigró a Palestina, donde recibió el hábito religioso de manos de san Eutimio el Grande. Llevó una vida de extraordinario espíritu de oración y de austeridad en monasterios y eremitorios. Su sitio preferido fue una cueva situada en los alrededores de Belén, donde murió el año 557. Defendió la verdadera fe contra los errores de los origenistas.
San Eutiquio. Obispo y mártir en Heraclea de Tracia, en el siglo III.
San Fraterno. Obispo de Auxerre (Francia), que murió poco después del año 450.
San Liudwino (o Ludwino). Nació en el seno de una familia noble del reino franco. Fue monje y después obispo de Tréveris (Alemania), murió en Reims (Francia) hacia el año 717, y fue enterrado en el monasterio de Mettlach (Renania, Alemania) que él mismo había fundado.
San Mauricio. Nació en Croixanvec (Bretaña, Francia) el año 1115, en el seno de una familia campesina. Ordenado de sacerdote, se dedicó a la enseñanza, pero, deseoso de una vida retirada y contemplativa, ingresó en la abadía cisterciense de Langonnet, de la que fue elegido abad en 1150. Impulsado por su deseo de vivir en soledad, renunció a su oficio. Poco después le pidieron que asumiera la dirección del nuevo monasterio de Carnoët (Bretaña), y una vez más tuvo que aceptar la responsabilidad de abad. Fue modelo de virtud y prudencia, y el Señor le concedió el don de milagros. Murió en Carnoët el 29 de septiembre de 1191.
San Renato Goupil. Nació en Saint-Martin-du-Bois, diócesis de Angers en Francia, el año 1608. Hizo el noviciado con los jesuitas, pero tuvo que dejarlo a causa de su sordera. Entró entonces como ayudante de las misiones jesuitas del Canadá en calidad de cirujano y enfermero. Acompañaba a san Isaac Jogues cuando cayeron en una emboscada tendida por los indios iroqueses. Los sometieron a muchos suplicios, y uno de los nativos le partió la cabeza con un hacha en Ossernenon, hoy Auresville, en el Estado de Nueva York (USA), por enseñar a los niños a hacer la señal de la cruz. Su memoria se celebra, con la de otros compañeros mártires, el 19 de octubre.
Santas Ripsimis, Gayana y compañeras. Sufrieron el martirio en Valeroctista (Valarsapat), en Armenia, hacia el año 313.
Beato Darío Hernández Morató. Nació en Buñol, provincia de Valencia en España, en 1880. Ingresó en los Jesuitas, en 1915 pronunció sus últimos votos y recibió la ordenación sacerdotal. Estuvo destinado en casas de Valencia, Barcelona y Palma de Mallorca. Cuando se produjo la disolución de la Compañía de Jesús, era Prepósito de la Casa Profesa de Valencia, donde desarrollaba una gran labor confesando, predicando y dando retiros. Estuvo viviendo en pobreza y huyendo de refugio en refugio, a la vez que se preocupaba por la suerte de sus hermanos de religión. Lo detuvieron y lo encerraron en la Cárcel Modelo de Valencia. El 29 de septiembre de 1936 lo sacaron y lo llevaron al Picadero, de Paterna (Valencia), donde lo fusilaron.
Beato José Villanova Tormo. Nació en Turís, provincia de Valencia en España, en 1902. En su juventud ingresó en los Salesianos, y emitió sus votos en Carabanchel Alto (Madrid) en 1920. Ordenado de sacerdote en 1929, lo destinaron a la enseñanza, en la que desarrolló un apostolado fecundo tanto en Salamanca como en Madrid. Durante los primeros meses de la persecución religiosa vivió escondido en Madrid, continuando en la medida de lo posible el ejercicio de su apostolado. Descubierto el 29 de septiembre de 1936, fue arrestado y fusilado aquel mismo día en la capital de España.
Beato Juan de Montmirail. Fue un preclaro caballero que se convirtió en humilde monje cuando ingresó en el monasterio cisterciense de Longpont (Francia) fundado por san Bernardo. Murió en 1217.
Beatos Pablo Bori Puig y Vicente Sales Genovés. Son dos Jesuitas, sacerdote y hermano profeso, martirizados por los milicianos en Valencia a causa de su condición religiosa el 29 de septiembre de 1936. Pablo nació en Vilet de Maldá (Lérida, España) en 1864. Estudió en el seminario de Tarragona y se ordenó de sacerdote en 1888. El año 1891 ingresó en la Compañía de Jesús. Ejerció diversos trabajos y oficios en sus casas. En 1927 lo nombraron Procurador del Sanatorio de San Francisco de Borja, en Fontilles (Alicante), aunque seguía viviendo en Gandía. Cuando fue disuelta la Compañía, marchó a Valencia y fue el director espiritual de los jesuitas en dispersión. Estuvo acogido en el Asilo de las Hermanitas, en el que prestaba sus servicios religiosos. Fue detenido y asesinado junto con el H. Vivente Sales. Vicente nació en el Grao de Valencia el año 1881 de padres labradores. Fue un joven piadoso y caritativo que frecuentaba los hospitales para atender a los enfermos. Siguiendo el ejemplo de un hermano suyo, ingresó en la Compañía el año 1915, en la casa noviciado de Gandía. Cuando la Compañía fue disuelta, marchó a Valencia y estuvo en el Asilo de las Hermanitas, dando ejemplo de piedad y servicialidad, hasta que lo detuvieron junto con el P. Pablo Bori.
Beatos Virgilio y Francisco Edreira Mosquera. Son dos hermanos carnales, nacidos en La Coruña (España) en 1909 y 1914 respectivamente, Salesianos profesos y candidatos al sacerdocio, que ingresaron en el noviciado de Mohernando (Guadalajara), y emitieron la profesión religiosa en 1931 Virgilio y en 1932 Francisco. Al primero, en vista de sus cualidades intelectuales y morales, lo destinaron a la casa de formación de Carabanchel Alto (Madrid) para el trienio de prácticas. Al segundo, después del estudio de la filosofía, lo destinaron al Colegio de San Miguel Arcángel de Madrid para el trienio de prácticas. Cuando llegó la persecución religiosa del 36, tuvieron que dejar sus conventos y buscar dónde refugiarse. El 29 de septiembre de 1936, los reconocieron como religiosos y los fusilaron en Madrid. Tenían 26 y 21 años respectivamente.

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
«Bendecid al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus órdenes, prontos a la voz de su palabra. Bendecid al Señor, ejércitos suyos, servidores que cumplís sus deseos. Bendecid al Señor, todas sus obras, en todo lugar de su imperio. ¡Bendice, alma mía, al Señor!» (Salmo 102,19-22).
Pensamiento franciscano:
De la carta de san Francisco a los fieles: «El altísimo Padre anunció desde el cielo, por medio de su santo ángel Gabriel, que enviaría su Palabra, tan digna, tan santa y gloriosa, al seno de la Virgen María, y de él recibió la verdadera carne de nuestra humanidad y fragilidad. Él, siendo rico, quiso elegir, con la bienaventurada Virgen, su Madre, la pobreza en el mundo» (2CtaF 4-5).
Orar con la Iglesia:
Pidamos al Señor, a quien alaban y sirven los ángeles, que escuche nuestras oraciones por la Iglesia y por todos los hombres.
-Para que el arcángel san Miguel proteja a la Iglesia y a todos los cristianos en su lucha contra el pecado y toda forma de mal.
-Para que el arcángel san Rafael acompañe a la Iglesia y a los cristianos en su peregrinación por el mundo y les cure sus dolencias.
-Para que el arcángel san Gabriel nos ayude a comprender las palabras de Dios y nos enseñe a ser sus testigos.
-Para que, por manos de los santos ángeles, suban hasta la presencia de Dios las ofrendas y las oraciones de la Iglesia y de cada uno de nosotros.
Oración: Te pedimos, Señor, que tus santos arcángeles nos protejan en nuestra peregrinación por esta vida y nos conduzcan después a la patria eterna. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
* * *
LOS SANTOS ARCÁNGELES
Del discurso de S. S. Benedicto XVI
a la comunidad eclesial y civil de Castelgandolfo (29-IX-08)
La liturgia de hoy nos invita a recordar a los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Cada uno de ellos, como leemos en la Biblia, cumplió una misión peculiar en la historia de la salvación. Queridos hermanos y hermanas, invoquemos con confianza su ayuda, así como la protección de los ángeles custodios, cuya fiesta celebraremos dentro de algunos días, el 2 de octubre. La presencia invisible de estos espíritus bienaventurados nos es de gran ayuda y consuelo: caminan a nuestro lado y nos protegen en toda circunstancia, nos defienden de los peligros y podemos recurrir a ellos en cualquier momento. Muchos santos mantuvieron con los ángeles una relación de verdadera amistad, y son numerosos los episodios que testimonian su ayuda en ocasiones particulares. Como recuerda la carta a los Hebreos, los ángeles son enviados por Dios «a asistir a los que han de heredar la salvación» (Heb 1,14), y, por tanto, son para nosotros un auxilio valioso durante nuestra peregrinación terrena hacia la patria celestial.
LAS PARÁBOLAS EVANGÉLICAS. PENSAMIENTOS
Benedicto XVI, Ángelus de los días 30-IX-07 y 28-IX-08
Hoy el evangelio de san Lucas presenta la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro (cf. Lc 16,19-31). El rico personifica el uso injusto de las riquezas por parte de quien las utiliza para un lujo desenfrenado y egoísta, pensando solamente en satisfacerse a sí mismo, sin tener en cuenta de ningún modo al mendigo que está a su puerta. El pobre, al contrario, representa a la persona de la que solamente Dios se cuida: a diferencia del rico, tiene un nombre, Lázaro, que significa precisamente «Dios le ayuda». A quien está olvidado de todos, Dios no lo olvida; quien no vale nada a los ojos de los hombres, es valioso a los del Señor. La narración muestra cómo la iniquidad terrena es vencida por la justicia divina: después de la muerte, Lázaro es acogido «en el seno de Abrahán», es decir, en la bienaventuranza eterna, mientras que el rico acaba «en el infierno, en medio de los tormentos». Se trata de una nueva situación inapelable y definitiva, por lo cual es necesario arrepentirse durante la vida; hacerlo después no sirve para nada.

La liturgia de hoy (Domingo XXVI-A) nos propone la parábola evangélica de los dos hijos enviados por el padre a trabajar en su viña. De estos, uno le dice inmediatamente que sí, pero después no va; el otro, en cambio, de momento rehúsa, pero luego, arrepintiéndose, cumple el deseo paterno. Con esta parábola Jesús reafirma su predilección por los pecadores que se convierten, y nos enseña que se requiere humildad para acoger el don de la salvación. También san Pablo nos exhorta a la humildad: «No hagáis nada por rivalidad, ni por vanagloria -escribe-, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismos» (Flp 2,3). Estos son los mismos sentimientos de Cristo, que, despojándose de la gloria divina por amor a nosotros, se hizo hombre y se humilló hasta morir crucificado (cf. Flp 2,5-8). El verbo utilizado -ekenosen- significa literalmente que «se vació a sí mismo», y pone bien de relieve la humildad profunda y el amor infinito de Jesús, el Siervo humilde por excelencia.
Reflexionando sobre estos textos bíblicos, he pensado inmediatamente en el Papa Juan Pablo I. Eligió como lema episcopal: Humildad. Una sola palabra que sintetiza lo esencial de la vida cristiana e indica la virtud indispensable de quien, en la Iglesia, está llamado al servicio de la autoridad. En una de las cuatro audiencias generales que tuvo durante su brevísimo pontificado, dijo entre otras cosas, con el tono familiar que lo caracterizaba: «Me limito a recordaros una virtud muy querida del Señor, que dijo: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón"... Aun si habéis hecho cosas grandes, decid: siervos inútiles somos». Y agregó: «En cambio la tendencia de todos nosotros es más bien lo contrario: ponerse en primera fila».
En el evangelio Jesús nos invita a la escucha obediente de la palabra del Señor y al cumplimiento fiel de la voluntad divina. Las enseñanzas de Jesucristo, cuando son acogidas con una fe profunda, sencilla y dócil, transforman la vida de toda persona, de cualquier clase y condición, y muestran cuál es el camino que conduce al reino de Dios.
* * *
EL NOMBRE DE «ÁNGEL»
DESIGNA LA FUNCIÓN, NO EL SER

San Gregorio Magno, Homilía 34 sobre los evangelios (8-9)
Hay que saber que el nombre de «ángel» designa la función, no el ser del que lo lleva. En efecto, aquellos santos espíritus de la patria celestial son siempre espíritus, pero no siempre pueden ser llamados ángeles, ya que solamente lo son cuando ejercen su oficio de mensajeros. Los que transmiten mensajes de menor importancia se llaman ángeles, los que anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles.
Por esto, a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un ángel de la máxima categoría.
Por la misma razón, se les atribuyen también nombres personales, que designan cuál es su actuación propia. Porque en aquella ciudad santa, allí donde la visión del Dios omnipotente da un conocimiento perfecto de todo, no son necesarios estos nombres propios para conocer a las personas, pero sí lo son para nosotros, ya que a través de estos nombres conocemos cuál es la misión específica para la cual nos son enviados. Y, así, Miguel significa: «¿Quién como Dios?», Gabriel significa: «Fortaleza de Dios», y Rafael significa: «Medicina de Dios».
Por esto, cuando se trata de alguna misión que requiera un poder especial, es enviado Miguel, dando a entender por su actuación y por su nombre que nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer. De ahí que aquel antiguo enemigo, que por su soberbia pretendió igualarse a Dios, diciendo: Escalaré los cielos, por encima de los astros divinos levantaré mi trono, me igualaré al Altísimo, nos es mostrado luchando contra el arcángel Miguel, cuando, al fin del mundo, será desposeído de su poder y destinado al extremo suplicio, como nos lo presenta Juan: Se trabó una batalla con el arcángel Miguel.
A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa: «Fortaleza de Dios», porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los Principados y Potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es el Señor de los ejércitos y héroe en las batallas.
Rafael significa, como dijimos: «Medicina de Dios»; este nombre le viene del hecho de haber curado a Tobías, cuando, tocándole los ojos con sus manos, lo libró de las tinieblas de su ceguera. Si, pues, había sido enviado a curar, con razón es llamado «Medicina de Dios».
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SAN FRANCISCO DE ASÍS (1181-1226)
por Jacques Vidal, OFM
2. Religión (II)
La vuelta al Cristo de los evangelios confiere a la religión de Francisco su forma de plenitud. Es su navidad, su pascua y su ascensión. Realiza su pentecostés según la índole de su persona y de su época. Su experiencia se hace palabra. Francisco por su parte, anuncia lo que conoce: la gozosa participación en una misma herencia. Esta predicación, que el papa Inocencio III aprueba (1209), posee la autoridad de una fuente. Su agua viva gusta a pobres y a ricos, a hombres y a mujeres, a clérigos y a laicos.
Francisco reúne algunos discípulos y atrae a Clara de Asís (domingo de ramos de 1212). La solidaridad que proclamaba el joven convertido se convierte en camino de fraternidad. Aparecen comunidades de oración y de apostolado entre los pobres, los pequeños, los minores (Rivo Torto, Porciúncula). Cuando forman un árbol, o cuando la cepa se hace viña, Francisco compone una Regla, que redacta dos veces (1221 y 1223) y que el papa Honorio III aprueba el 29 de noviembre de 1223. Ha nacido una orden religiosa. Su modelo se extiende a las hermanas clarisas; también a las fraternidades de hombres y mujeres del siglo. «La regla y vida de los frailes menores consiste en observar el santo evangelio de Nuestro Señor Jesucristo».
La religión de Francisco, convertida en orden, no está exenta de un elemento trágico. El peso del número, los excesos de unos y los compromisos de otros alteran la fidelidad de los comienzos. Los hermanos dudan en reconocer el evangelio de la salvación en la figura cotidiana de una Iglesia y de un feudalismo que se transforman. Entran en conflicto de espiritualidad. Francisco, por su parte, les exhorta (Admoniciones). Le gusta poco argumentar, pero sabe mostrar la humildad de Dios trabajando en la creación.
A través de sus hermanos, su religión penetra en la historia de los hombres deseosos de una sociedad mejor. Gana en longitud y en anchura. Al precio de las tempestades de la época, que él asume, se hace aún más hijo del hombre en la gracia del espíritu de devoción, que le convierte en hijo de Dios. Pone de manifiesto su catolicidad (Cartas), experiencia de unidad cuya realidad garantiza la eucaristía, el cuerpo de Cristo en el seno de una Iglesia de clérigos y de laicos. Esa catolicidad es paciencia de la caridad, en la que todos los caminos pueden encontrarse. Es el lugar del bien reparador. La crisis de la orden, de la Iglesia y del mundo medieval, libera la fuente de una experiencia de fraternidad más radical y más universal (Oraciones). Francisco va repitiendo su mensaje a aquellos que se hallan enfrentados: «Paz y bien».
Luego entra en el secreto de una santidad que la Iglesia proclamará el 16 de julio de 1228 (Gregorio IX). Enfermo, obligado a dimitir de su cargo en la orden, sube su propia montaña, el Alverna. Incrustado en la roca, en estado de oración y de meditación, recibe los estigmas de la pasión de Cristo. La visión de un serafín crucificado imprime las llagas en su carne. La contemplación se ha convertido en conformidad. Le arde un mensaje de gracia y siente que debe descender. Agotado, casi ciego, hace un alto en el huerto de la hermana Clara. En la choza que le abriga compone el Cántico de las criaturas. El verbo de un pobre restituye el universo a su verdad, el hombre a su perdón, la muerte a su remisión. Todo simboliza la unión en la castidad de un abrazo. El «hermano sol» brilla en un apocalipsis de alabanza, para gloria del único Señor. Desplegada la bóveda de una especie de «beatitud original» (Pablo VI), Francisco se encamina hacia Asís para expirar, en la Porciúncula, al atardecer del sábado 3 de octubre de 1226.

San Jerónimo, Doctor de la Iglesia

San Jerónimo, Doctor de la Iglesia.

Nació en Dalmacia, Yugoslavia, en el año 342. San Jerónimo, cuyo nombre significa "el que tiene un nombre sagrado", dedicó toda su vida al estudio de las Sagradas Escrituras, y es considerado uno de los mejores, -si no el mejor-, en este oficio.

En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, quien era pagano. El Santo llegó a ser un gran latinista, muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos.

Pasaba horas y días leyendo, aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio, Tácito, y a los autores griegos, Homero y Platón. Pero casi nunca dedicaba tiempo a la lectura espiritual.

Dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados, especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, por su terrible mal genio y su gran orgullo.

Pero allá, aunque rezaba mucho, ayunaba y pasaba noches sin dormir, no consiguió la paz, descubriendo que su misión no era vivir en la soledad.

De regreso a la ciudad, los Obispos de Italia, junto con el Papa, nombraron como Secretario a San Ambrosio. Mas como éste cayó enfermo, San Jerónimo asumió el cargo, que desempeñó con mucha eficiencia y sabiduría.

Viendo sus extraordinarios dotes y conocimientos, el Papa San Dámaso lo nombró como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice enviaba, y designándolo luego traductor de la Biblia.

Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo, tenían muchas imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy exactas.

Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma las Sagradas Escrituras en su totalidad. Esa traducción, llamada "Vulgata" , o traducción hecha para el pueblo o vulgo, fue la Biblia oficial en la Iglesia Católica durante 15 siglos.

Alrededor de los 40 años, San Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social, le trajeron envidias.

Sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban su modo enérgico de corrección, resolvió alejarse de ahí para siempre y se fue a Tierra Santa.

Sus últimos 35 años los pasó en una gruta junto a la Cueva de Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo la dirección espiritual del Santo.

Con el dinero de esas señoras, construyó en aquella ciudad un Convento para hombres, tres para mujeres y una casa para atender a los que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús.

Con tremenda energía escribía contra los herejes que se atrevían a negar las verdades de nuestra religión.

La Santa Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer comprender mejor la Biblia, por lo que fue nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender y amar más las Sagradas Escrituras.

Murió el 30 de septiembre del año 420, a los 80 años.
 
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27 de septiembre: palabras finales del cardenal Rouco
Palabras del cardenal Antonio María Rouco al concluir la beatificación de Álvaro del Portillo
 
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27 septiembre: carta del Papa Francisco
​Carta del Papa Francisco a Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, con motivo de la beatificación de Álvaro del Portillo
 
NOTAS Y COMUNICADOS
Dossier informativo de la beatificación de Mons. Álvaro del Portillo
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REVISTA DE PRENSA
«Hizo amable el Evangelio»
Don Álvaro del Portillo fue «un padre para cada uno» de los que le conocieron, que hizo «amable la verdad del Evangelio»: así le recuerda don Javier Echevarría, actual prelado del Opus Dei y colaborador suyo durante muchos años, a pocos días de su...
Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

Son espíritus enviados para cuidarnos. Jesús nos dice: “Veréis a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”
“En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: -«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Natanael le contesta: -«¿De qué me conoces?» Jesús le responde: -«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Natanael respondió: -«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» Jesús le contestó: -«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: -«Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» (Juan 1,47-51).  


1. Gabriel, Rafael y Miguel son ángeles y además símbolos de la comunicación entre Dios y los hombres. Comunicación que en ti, Señor, se hace plena realidad. Tú anuncias a Natanael un tiempo en el que el cielo quedará abierto y los ángeles, mensajeros de Dios, subir y bajar del cielo a la tierra, como el sueño de Jacob en Betel (Gn 28,11-27). Este sueño se hace realidad en ti, Señor, pues unes cielo y tierra con tu vida. Eres tú, Jesús, el auténtico Enviado, “ángel” de Dios, te has convertido para nosotros en la Scala Sancta (Escalera Santa) como nos dirigimos a Dios Padre en el Canon de la misa: “Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel [Jesús, el único que puede hacer ese acto], para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición”.
Describes a Natanael como a modelo de israelita. La mención de la higuera alude a Os 9, 10 (LXX): «Como racimo en el desierto encontré a Israel, como en breva en la higuera me fijé en sus padres». El profeta describía la elección del pueblo; Natanael representa precisamente al Israel elegido que ha conservado la fidelidad a Dios. Ahora, Jesús, renueva la elección.
Nos hablas de los ángeles cuando te refieres al fin del mundo (“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles”), aparecen con ocasión de tu nacimiento (anunciándolo a los pastores de Belén); te sirvieron en el desierto después de su ayuno y de haber sido tentado por el diablo; un ángel te confortará en la agonía de Getsemaní; están presentes junto a tu sepulcro cuando resucitas; cuando vas a los cielos, animan a tus discípulos a la extensión del Evangelio. En las prisiones de Pedro, lo liberan unos ángeles.
Los ángeles son criaturas espirituales que glorifican a Dios sin cesar y que sirven a sus designios salvíficos con las otras criaturas (Catecismo). Los ángeles cooperan en toda obra buena que hacemos (santo Tomás de Aquino). La Iglesia venera a los ángeles que la ayudan en su peregrinar terrestre y protegen a todo ser humano. Los ángeles custodios están junto cada uno para asistirnos en nuestro camino hasta la casa del Cielo.
2. La liturgia de hoy nos ofrece como posible primera lectura dos textos alternativos. El primero está tomado del libro de Daniel, y en él se describe una visión fantástica que tiene el profeta contemplando el trono y la corte angélica de Dios, con miles y miles de ángeles a su servicio. Fantaseada imagen del mundo divino descrito al modo de una corte humana oriental. En nuestra pobreza mental, no sabemos hablar de Dios sino rebajándolo. El segundo, tomado del Apocalipsis, describe una terrible guerra entre Miguel y sus ángeles del cielo contra el dragón o serpiente primordial, arrojada del cielo. Este dragón, Satanás, queda derribado por el poder del Cordero triunfador.
El himno de Laudes es bien expresivo: “Miguel, Gabriel, Rafael. / ¡Oh espíritus señeros / arcángeles mensajeros  de Dios, que estáis junto a él! / A vuestro lado se sienten  / alas de fiel protección, / el incienso de oración  y el corazón obediente. / ‘¿Quién como Dios?’ / es la enseña; es el grito de Miguel... / Gabriel trae la embajada..., /  al ‘Sí’ de la Virgen Madre... / Rafael /  nos encamina  por la ruta verdadera... // ¡Oh Dios!, Tú  que nos diste a los ángeles por guías y mensajeros, concédenos ser también sus compañeros del cielo. Amén.
San Gregorio el Grande nos dice que esos ángeles llevan las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente, “arcángeles”, es decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes misiones (Jorge Mejía).
Miguel significa: “¿Quien como Dios?” La humildad es condición fundamental para ser fieles. Serviam! La paz, consecuencia de la lucha… Hubo una batalla en el cielo, y él encabezó la victoria. Pax in bello. Hemos de tener moral de victoria (Ap 12,7 ss.). En algunas oraciones litúrgicas le pedimos que nos proteja en el peligro (Defende nos in proelio…); que proteja a la Iglesia de sus enemigos y que los humille (ut inimímicos Sanctae Ecclesiae humiliare digneris). Nos anuncia, así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el mal. Quizá las alas con que pintamos a los ángeles proceden de descripciones simbólicas de los profetas Daniel, Ezequiel e Isías.
En aquellos primeros momentos de la creación, algún espíritu creado por Dios se reveló en un pecado consciente, y la corrupción de lo mejor se convirtió en lo peor (corruptio optimi pessima). Su castigo no permite una redención, pues no quiere ser redimido, permanece en su odio, aunque sufra. Por ello odia a los hombres y trata de seducirlos. Su presencia en la historia es importantísima, pero por contraste se hace más luminosa la misericordia divina y la luminosa presencia de los ángeles fieles, Miguel el primero. San Gregorio Magno dice que "siempre que se debe realizar algo que requiere un poder extraordinario es enviado Miguel para que quede claro que nadie es más fuerte que Dios." Hacen falta migueles: fuertes, valientes, generosos en esa guerra de amor y de paz que es la vida. El nombre del enviado Gabriel es Poder de Dios, Fortaleza de Dios, ya que necesitamos fortaleza para decir que sí a lo que Dios nos dice por sus emisarios.
Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (Lc 1).
Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo defiende y lo aconseja, socorre a Sara de la que murieron los anteriores 7 maridos, cura finalmente al padre Tobit (Tob). Nos ayuda a buscar la vocación, ayuda en el camino. Su nombre es “medicina de Dios”. Importa mucho no equivocar la ruta. San Rafael es el guía especial de los que aún han de conocer lo que Dios espera de ellos.
3. En el salmo rezamos: Te doy gracias, Señor, de todo corazón. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor. Con la inocencia de Natanael, la de los niños sencillos, queremos cantarte, Señor, con todos los ángeles, como dice S. Bernardo: “A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Dad gracias al Señor por su misericordia por las maravillas que hace con los hombres. Dad gracias y decid entre los gentiles: «El Señor ha estado grande con ellos». Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Porque te ocupas ciertamente de él, demuestras tu solicitud y tu interés para con él. Llegas hasta enviarle tu Hijo único, le infundes tu Espíritu, incluso le prometes la visión de tu rostro. Y, para que ninguno de los seres celestiales deje de tomar parte en esta solicitud por nosotros, envías a los espíritus bienaventurados para que nos sirvan y nos ayuden, los constituyes nuestros guardianes, mandas que sean nuestros ayos.
A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están presentes Junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes.
”Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos guardianes tan eximios; correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y según debemos. Sin embargo, no olvidemos que todo nuestro amor y honor ha de tener por objeto a aquel de quien procede todo, tanto para ellos como para nosotros, gracias al cual podemos amar y honrar, ser amados y honrados.
”En él, hermanos, amemos con verdadero afecto a sus ángeles, pensando que un día hemos de participar con ellos de la misma herencia y que, mientras llega este día, el Padre los ha puesto junto a nosotros, a manera de tutores y administradores. En efecto, ahora somos ya hijos de Dios, aunque ello no es aún visible, ya que, por ser todavía menores de edad, estamos bajo tutores y administradores, como si en nada nos distinguiéramos de los esclavos.
”Por lo demás, aunque somos menores de edad y aunque nos queda por recorrer un camino tan largo y tan peligroso, nada debemos temer bajo la custodia de unos guardianes tan eximios. Ellos, los que nos guardan en nuestros caminos, no pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden engañarnos. Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente”.
Oh Dios, que en tu providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a tus santos ángeles, concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía. Por nuestro Señor Jesucristo.
Entre muchos otros piropos, dedicamos a nuestra Madre del Cielo el de Reina de los Ángeles. A Ella suplicamos confiadamente que nos recuerde, siempre que sea preciso, que contamos para nuestro bien con la poderosa y amable asistencia de nuestro ángel.
Llucià Pou Sabaté
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Resumen de la beatificación de Alvaro del Portillo
Papa Francisco: “El beato Álvaro amó y sirvió a la Iglesia con un corazón despojado de interés mundano”
• Alvaro del Portillo, primer sucesor del fundador del Opus Dei, beatificado ante fieles de ochenta países.
• Cardenal Amato: “el nuevo beato nos invita a una santidad amable, misericordiosa, afable, mansa y humilde”.
SAN WENCESLAO. Nació en Bohemia de padre cristiano y madre pagana hacia el año 907. Fue educado en la sabiduría humana y divina por su abuela paterna, santa Ludmila. Fue severo consigo mismo, pacífico en la administración del reino y misericordioso para con los pobres, redimiendo para ser bautizados a esclavos paganos que estaban en Praga para ser vendidos. Alrededor del año 925 tomó, como Duque, el gobierno de su país. Enseguida se encontró con la hostilidad de los grandes señores amigos del paganismo todavía reinante en sus tierras, que le impedían el recto y justo gobierno de su ducado y la formación cristiana de sus súbditos. Fue un jefe pacífico y conciliador, promotor de la justicia hacia los desamparados y de las obras de misericordia hacia los pobres, a la vez que profundamente piadoso. Su hermano Boleslao, que capitaneaba la oposición de los violentos, con la colaboración de unos sicarios lo asesinó cerca de Praga el 28 de septiembre del año 929. Enseguida fue tenido por mártir y es venerado como patrono principal de Bohemia.- Oración: Señor, Dios nuestro, que inspiraste a tu mártir san Wenceslao preferir el reino de los cielos al reino de este mundo, concédenos, por sus ruegos, llegar a negarnos a nosotros mismos para seguirte a ti de todo corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
SANTOS LORENZO RUIZ DE MANILA y 15 COMPAÑEROS MÁRTIRES. El 18 de octubre de 1987 Juan Pablo II canonizó a 16 mártires de Japón, inmolados entre 1633 y 1637, todos ellos Dominicos o de su entorno espiritual, entre los que hay religiosos (sacerdotes y hermanos profesos) y seglares (hombres y mujeres); 9 eran japoneses, 4 españoles, 1 francés, 1 italiano y 1 filipino. Después de sembrar la fe cristiana en Filipinas, Formosa y Japón, por decreto del jefe supremo nipón, Tokugawa Yemitsu, consumaron en Nagasaki su martirio en distintos días, pero su memoria se celebra en una misma conmemoración. He aquí sus nombres:Lorenzo Ruiz, padre de familia, nació en Manila. Domingo Ibáñez de Erquicia, sacerdote, nació en Régil (Guipúzcoa). Lucas del Espíritu Santo, sacerdote, nació en Carracedo de Vidriales (Zamora). Antonio González, sacerdote, nació en León. Miguel de Aozaraza, sacerdote, nació en Oñate (Guipúzcoa). Jordán Ansalone, sacerdote, nació en Santo Stefano Quisquina (Sicilia). Guillermo Courtet, sacerdote, nació en Sérignan (Francia). Eran japoneses: Santiago Kyushei Tomonaga, sacerdote. Tomás Hyoji, sacerdote. Vicente Schiwozuka, sacerdote. Francisco Shoyemon, hermano profeso. Mateo Kohioye, hermano profeso. Marina de Omura, dominica seglar. Magdalena de Nagasaki, dominica seglar. Miguel Kurobioye, catequista, y Lázaro de Kioto, intérprete.- Oración: Concédenos, Señor y Dios nuestro, la constancia de ánimo de tus santos mártires Lorenzo Ruiz y compañeros para servirte a ti y al prójimo, ya que son felices en tu reino los que han sufrido persecución por causa de la justicia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


SAN SIMÓN DE ROJAS. Nació en Valladolid (España) en 1552. Muy joven ingresó en la Orden de la Santísima Trinidad (Trinitarios). Estudió en Salamanca, fue ordenado de sacerdote, ocupó diversos cargos en su Orden. En 1612 fundó la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María. Durante muchos años prestó servicios como sacerdote a la familia real de España. Entre sus rasgos característicos hay que destacar su profundo amor a la Virgen y la difusión, de palabra y por escrito, de devociones marianas como el «Ave María», la esclavitud mariana y los santuarios marianos. A su vida contemplativa unía su dedicación a los pobres, enfermos, desheredados y marginados de todo tipo. Dejó numerosos escritos de carácter religioso en los que se trasluce su experiencia de Dios y su celo de apóstol. Esclavo de María y siervo de los pobres, es el compendio de su vida. Murió en Madrid el 29 de septiembre de 1624. Lo canonizó Juan Pablo II en 1988.
BEATO BERNARDINO DE FELTRE . Nació en Feltre, región del Véneto en Italia, el año 1439, de familia noble. Cuando estudiaba Derecho en Padua, un sermón de san Jaime de la Marca lo decidió a abrazar la vida religiosa. Vencida la oposición de su padre, vistió el hábito franciscano en 1456, y recibió la ordenación sacerdotal en 1463. Nombrado predicador en 1469, no cesó ya en su apostolado popular e itinerante, recorriendo pueblos y ciudades del norte y centro de Italia, a pesar de su frágil salud. Anunciaba el Evangelio, promovía la paz y la justicia, combatía la relajación de costumbres y denunciaba los abusos de los usureros, por lo que se atrajo la enemistad de nobles, gobernantes y prestamistas sin conciencia. En los últimos años de su vida se dedicó, además, a la institución y difusión de los Montes de Piedad, que hacían préstamos con bajos intereses a los pobres, liberándolos así de las garras de los usureros. Como hombre de paz, fue delegado del papa Sixto IV para arreglar discordias civiles. Murió en Pavía el 28 de septiembre de 1494.
* * *
Santos Alfeo (o Alfio), Alejandro y Zósimo. Eran hermanos carnales y fueron martirizados en Calydoni de Pisidia (en la actual Turquía), en el siglo IV.
San Anemundo. Obispo de Lyón. Fue martirizado el año 658.
San Caritón. Fue abad de la Laura Antigua, cerca de Belén (Palestina). Era asiduo de la oración y las penitencias. Fundó muchas lauras en el desierto de Judea y murió el año 350.
Santos Cunialdo y Gisilario. Sacerdotes de Salzburgo (Austria), colaboradores pastorales del obispo san Ruperto. Su vida se sitúa en el siglo VIII.
Santa Eustoquio. Nació en Roma hacia el año 367, hija del senador Tosocio y de santa Paula, familia aristocrática. Al morir su padre en 379, comenzó a frecuentar con su madre el grupo de damas piadosas que se reunía en torno a santa Marcela. Cuando llegó a Roma san Jerónimo en el 382, se hicieron dirigidas espirituales suyas, y cuando el Santo marchó a Palestina, ellas lo siguieron, visitaron muchos lugares santos y se establecieron en Belén, donde la madre construyó dos monasterios. Estudió Sagrada Escritura, aprendió hebreo y colaboró con san Jerónimo, quien le había dirigido una carta exhortándola a la virginidad y de dedicó algunos de sus escritos. Murió en Belén de Judá el año 419.
San Exuperio de Toulouse. Fue obispo de Toulouse (Francia). Llevó a buen término la basílica dedicada a San Saturnino y colocó en ella las reliquias del santo. Escribió al papa san Inocencio I haciéndole algunas consultas, y el papa le contestó en el 405. Fue tan parco consigo mismo como generoso con los demás, dice san Jerónimo, y san Paulino de Nola alabó su buen gobierno y santa vida, llena de caridad y austeridad. En los años 407 y 408 defendió su ciudad contra las incursiones de los bárbaros. Murió poco después del el año 411.
San Fausto de Riez. Nació en Bretaña (Francia) a principios del siglo V. Pronto ingresó en el monasterio de Lérins, del que fue elegido abad en el 434 al morir san Máximo, a quien sucedió también como obispo de Riez (Provenza) en el 460. Conservó las costumbres monacales y el ritmo de vida austera. Veló por la disciplina eclesiástica, socorrió a los pobres y combatió el arrianismo, por lo que el rey Eurico, arriano, lo desterró. Cuando regresó a su diócesis, la siguió gobernando con sabiduría y fortaleza, y murió poco después del año 485.
Santa Leoba (o Lioba). Nació en Inglaterra, era pariente de san Bonifacio, el gran apóstol de Alemania, y en su juventud ingresó en el monasterio benedictino de Wimborne. San Bonifacio quiso tener de colabores no sólo a los monjes, sino también a las monjas, y las invitó a unirse a su misión. Leoba, con un grupo de monjas, se trasladó en el 748 a Alemania y se hizo cargo de la abadía femenina de Tauberbischofsheim, en Baden. San Bonifacio le encomendó además la supervisión de todos los conventos de monjas establecidos en la región. Ella hablaba bien el latín y estaba bien dotaba para esa tarea. Sus monasterios fueron factores influyentes de evangelización. Murió en Schorsheim, junto a Maguncia, hacia el año 782.
San Salonio. Nació en Lyon (Francia) en torno al año 400. Era hijo de san Euquerio. De muy joven ingresó en el monasterio de la isla de Lérins. El año 439 fue elegido obispo de Ginebra (Suiza). Escribió un «comentario místico» a los Proverbios y Eclesiastés. Junto con otros obispos escribió al papa san León Magno asegurándole la aceptación de su doctrina sobre la Encarnación. Murió un 28 de septiembre, al comienzo de la segunda mitad del siglo V.
San Zama. Primer obispo de Bolonia (Italia), en el siglo IV.
Beato Francisco Javier Ponsa Casallarch. Nació en Moyá, provincia de Barcelona en España, en 1916. A los 19 años, superando la oposición de su padre, ingresó en la Orden de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, en la que profesó el 3 de junio de 1936, en Calafell (Tarragona). Cuando su comunidad se dispersó a causa de la persecución religiosa, él se refugió con su familia, en la que siguió llevando una vida religiosa. El día 27 de septiembre de 1936 fue arrestado y encarcelado, y el día siguiente, 28, lo llevaron a San Feliu de Codines (Barcelona), y allí una descarga de metralla acabó con su vida. Tenía veinte años.
Beatos Joaquín de San José Casas Juliá y José Casas Ros. Son dos mártires jóvenes, primos hermanos, víctimas de la persecución religiosa desencadenada en España. Joaquín nació en Ordal (Barcelona) el año 1914. De niño ingresó en el seminario de los Carmelitas Descalzos, en los que profesó en 1932. Apenas había terminado el primer curso de teología, se vio envuelto en la persecución religiosa. Se refugió en casa de su familia; fue detenido por los milicianos el 27 de octubre de 1936, junto con su primo José. Los llevaron a Vilafranca del Penedés (Barcelona) y los fusilaron al día siguiente, el 28, en la plaza de Moyá (Barcelona). José nació también en Ordal el año 1916. En 1928 ingresó en el seminario de Barcelona y, cuando todavía era seminarista y se encontraba de vacaciones en su pueblo, estalló la guerra civil española. Lo detuvieron junto con su primo Joaquín y los dos compartieron el martirio. Tenían 21 y 20 años respectivamente.
Beato José Tarrats Comaposada. Nació en Manresa (Barcelona) el año 1878. Desde pequeño llevó una vida de intensa piedad. Ingresó en la Compañía de Jesús como hermano coadjutor en 1895 y en 1910 hizo sus últimos votos. Dos años después lo nombraron enfermero de la Casa Profesa de Valencia, donde estuvo el resto de su vida. Cuando la República disolvió la Compañía, fue a la casa de las religiosas Angélicas para acompañar al P. Antonio Iñesta, anciano y enfermo. Cuando éste falleció, fue al Asilo de los ancianos desamparados para atender a los jesuitas enfermos allí recogidos. Fue un modelo de servicio y caridad. El 28 de septiembre de 1936 fue sacado del Asilo, junto con otros allí refugiados, y fusilado.
Beatos Juan Shozaburo y compañeros. Son un grupo de seis seglares agustinos japoneses, que, por su fe en Cristo, fueron decapitados en Nagasaki (Japón) el 28 de septiembre de 1630. Los beatificó Pío IX en 1867. Estos son sus nombres: Juan Shozaburo, catequista, nacido en 1612;Mancio Ikizayemon, admitido en la Orden Tercera de San Agustín; Miguel Tayemon Kinoshi, compañero y catequista del beato Bartolomé Gutiérrez;Lorenzo Hakizo, se había ofrecido como catequista y en calidad de tal acompañaba al beato Vicente Carvalho; Pedro Terai Kuhioye, había nacido en 1600 y se ofreció como catequista al misionero P. Francisco de Jesús, el cual lo admitió en la Orden Tercera de San Agustín; y Tomás Terai Kahioyeque nació en 1605 y era catequista del beato Bartolomé Gutiérrez, quien lo admitió en la Orden Tercera de San Agustín.
Beato Nicetas Budka. Nació en Drobomirka (Ucrania) el año 1877. De joven ingresó en el seminario, y se ordenó de sacerdote en 1905. Trabajó en el seminario de Lvov hasta que, en 1912, fue nombrado primer obispo de los católicos ucranianos de rito bizantino residentes en Canadá; puso gran empeño en mantener su fe y fomentar su vida cristiana. En 1928 regresó a su patria y fue nombrado obispo auxiliar de Lvov. Las autoridades del régimen comunista lo arrestaron en 1945 y lo condenaron a ocho años de trabajos forzados. Lo deportaron al gulag o campo de concentración de Karadzar (Kazajstán). Allí soportó por Cristo innumerables penalidades y perseveró en la fe hasta la muerte, acaecida el 28 de septiembre de 1949.

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN
Pensamiento bíblico:
Dijo Jesús a los discípulos: «El que quiera venir en pos de mí que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?» (Mt 16,24-26).
Pensamiento franciscano:
De la carta de san Francisco a los Fieles: Jesús pidió al Padre en Getsemaní que pasara de él el cáliz de la pasión; puso, sin embargo, su voluntad en la voluntad del Padre. «Y la voluntad del Padre fue que su Hijo bendito y glorioso, que él nos dio y que nació por nosotros, se ofreciera a sí mismo por su propia sangre como sacrificio y hostia en el ara de la cruz; no por sí mismo, por quien fueron hechas todas las cosas, sino por nuestros pecados, dejándonos ejemplo, para que sigamos sus huellas» (2CtaF 11-13).
Orar con la Iglesia:
Dirijamos nuestra oración al Padre, que manifiesta su poder sobre todo en la misericordia y el perdón, y pidámosle que acoja nuestro corazón contrito y humillado.
-Por la Iglesia: para que sea signo e instrumento de reconciliación y lugar de acogida abierta a todos los hombres.
-Por los sacerdotes, ministros de la Iglesia: para que realicen con entrega generosa el ministerio sacramental del perdón y de la misericordia.
-Por los que sufren las consecuencias del pecado: el egoísmo, el odio, la opresión, el desprecio, la marginación: para que vean atendidas sus demandas de justicia y de paz.
-Por los que participamos en la celebración de la Eucaristía: para que luego seamos testigos de la palabra del Señor y de su amor.
Oración: Ten misericordia de nosotros, Dios Padre nuestro, perdona nuestros pecados y asístenos con tu gracia para que no volvamos a pecar. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
* * *
HAY QUE CARGAR CON LA CRUZ Y SEGUIR A JESÚS
Benedicto XVI, Ángelus del día 31 de agosto de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
También hoy (Domingo XXII-A), en el Evangelio, aparece en primer plano el apóstol san Pedro, como el domingo pasado. Pero, mientras que el domingo pasado lo admiramos por su fe sincera en Jesús, a quien proclamó Mesías e Hijo de Dios, esta vez, en el episodio sucesivo, muestra una fe aún inmadura y demasiado vinculada a la «mentalidad de este mundo» (cf. Rom 12,2).
En efecto, cuando Jesús comienza a hablar abiertamente del destino que le espera en Jerusalén, es decir, que tendrá que sufrir mucho y ser asesinado para después resucitar, san Pedro protesta diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! De ningún modo te sucederá eso» (Mt 16,22). Es evidente que el Maestro y el discípulo siguen dos maneras opuestas de pensar. San Pedro, según una lógica humana, está convencido de que Dios no permitiría nunca que su Hijo terminara su misión muriendo en la cruz. Jesús, por el contrario, sabe que el Padre, por su inmenso amor a los hombres, lo envió a dar la vida por ellos y que, si esto implica la pasión y la cruz, conviene que suceda así. Por otra parte, sabe también que la última palabra será la resurrección. La protesta de san Pedro, aunque fue pronunciada de buena fe y por amor sincero al Maestro, a Jesús le suena como una tentación, una invitación a salvarse a sí mismo, mientras que sólo perdiendo su vida la recibirá nueva y eterna por todos nosotros.
Ciertamente, si para salvarnos el Hijo de Dios tuvo que sufrir y morir crucificado, no se trata de un designio cruel del Padre celestial. La causa es la gravedad de la enfermedad de la que debía curarnos: una enfermedad tan grave y mortal que exigía toda su sangre. De hecho, con su muerte y su resurrección, Jesús derrotó el pecado y la muerte, restableciendo el señorío de Dios. Pero la lucha no ha terminado: el mal existe y resiste en toda generación y, como sabemos, también en nuestros días. ¿Acaso los horrores de la guerra, la violencia contra los inocentes, la miseria y la injusticia que se abaten contra los débiles, no son la oposición del mal al reino de Dios? Y ¿cómo responder a tanta maldad si no es con la fuerza desarmada y desarmante del amor que vence al odio, de la vida que no teme a la muerte? Es la misma fuerza misteriosa que utilizó Jesús, a costa de ser incomprendido y abandonado por muchos de los suyos.
Queridos hermanos y hermanas, para llevar a pleno cumplimiento la obra de la salvación, el Redentor sigue asociando a sí y a su misión a hombres y mujeres dispuestos a tomar la cruz y seguirlo. Como para Cristo, también para los cristianos cargar la cruz no es algo opcional, sino una misión que hay que abrazar por amor. En nuestro mundo actual, en el que parecen dominar las fuerzas que dividen y destruyen, Cristo no deja de proponer a todos su invitación clara: quien quiera ser mi discípulo, renuncie a su egoísmo y lleve conmigo la cruz.
Invoquemos la ayuda de la Virgen santísima, la primera que siguió a Jesús por el camino de la cruz, hasta el final. Que ella nos ayude a seguir con decisión al Señor, para experimentar ya desde ahora, también en las pruebas, la gloria de la resurrección.
* * *
CUANDO UN REY JUZGA LEALMENTE A LOS DESVALIDOS,
SU TRONO ESTÁ SIEMPRE FIRME

De la Leyenda primera paleoslava
Al morir su padre Bratislao, los habitantes de Bohemia eligieron por duque a Wenceslao. Por la gracia de Dios, era hombre de una fe íntegra. Auxiliaba a todos los pobres, vestía a los desnudos, alimentaba a los hambrientos, acogía a los peregrinos, conforme a las enseñanzas evangélicas. No toleraba que se cometiera injusticia alguna contra las viudas, amaba a todos los hombres, pobres y ricos, servía a los ministros de Dios, embellecía muchas iglesias.
Pero los hombres de Bohemia se ensoberbecieron y persuadieron a su hermano menor, Boleslao, diciéndole:
«Wenceslao conspira con su madre y con sus hombres para matarte».
Wenceslao acostumbraba ir a todas las ciudades para visitar sus iglesias en el día de la dedicación de cada una de ellas. Entró, pues, en la ciudad de Boleslavia, un domingo, coincidiendo con la fiesta de los santos Cosme y Damián. Después de oír misa, quería regresar a Praga, pero Boleslao lo retuvo pérfidamente, diciéndole:
«¿Por qué has de marcharte, hermano?».
A la mañana siguiente, las campanas tocaron para el oficio matutino. Wenceslao, al oír las campanas, dijo:
«Loado seas, Señor, que me has concedido vivir hasta la mañana de hoy».
Se levantó y se dirigió al oficio matutino. Al momento, Boleslao lo alcanzó en la puerta. Wenceslao lo miró y le dijo:
«Hermano, ayer nos trataste muy bien».
Pero el diablo, susurrando al oído de Boleslao, pervirtió su corazón; y, sacando la espada, Boleslao contestó a su hermano:
«Pues ahora quiero hacerlo aún mejor».
Dicho esto, lo hirió con la espada en la cabeza. Wenceslao, volviéndose a él, le dijo:
«¿Qué es lo que intentas hacer, hermano?».
Y, agarrándolo, lo hizo caer en tierra. Vino corriendo uno de los consejeros de Boleslao e hirió a Wenceslao en la mano. Éste, al recibir la herida, soltó a su hermano e intentó refugiarse en la iglesia, pero dos malvados lo mataron en la puerta. Otro, que vino corriendo, atravesó su costado con la espada. Wenceslao expiró al momento, pronunciando aquellas palabras:
«A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu».
* * *
SAN FRANCISCO DE ASÍS (1181-1226)
por Jacques Vidal, OFM
2. Religión (I)
«Cuando yo vivía en pecado, la vista de los leprosos me resultaba insoportable. Pero el Señor me condujo entre ellos, y lo que me parecía amargo se trocó en dulzura para el alma y para el cuerpo» (Testamento).
Francisco de Asís sitúa el inicio de su religión en el beso al leproso. La inversión de los valores sensibles que saborean el alma y el cuerpo significa la transformación de una esclavitud en una serena libertad. El espíritu exulta porque la realización pública de un acto prohibido pone de manifiesto la verdad de una metamorfosis.
La energía así renovada no impide lo trágico. Tiende, por el contrario, a descender hacia la miseria en proporción al bien que se persigue. Francisco se emplea con ardor en seguir al Cristo que cura. Sus hallazgos son conmovedores. Todos, o casi todos, llevan el sello de un realismo del símbolo. El leproso, imagen viva del pecado en toda criatura, le atrae irresistiblemente. Se dirige hacia el mendigo, hacia el ladrón, hacia el pobre, hacia el marginado; se preocupa del animal, de la planta y de todas las cosas. Cuanto más se aproxima a los pequeños, más le alegra el canto de la alondra al elevarse por el aire. Su alma se despliega con el cuerpo y con el universo, cerca del Creador. Su joven religión aspira a llevar el mundo y los hombres a la raíz regenerada de una común relación de origen. Guiado por una luz secreta, presiente el formidable viaje, la enorme herida, y empieza a entregar su llanto a la misericordia del espíritu.
El espíritu es dueño y señor cuando degusta la dulzura de la penitencia. Su luz naciente se remonta desde el fondo del abismo y su fuerza purificadora afirma el despojo del ser. El sayal terroso, las sandalias, el bastón, la ermita, simbolizan la profundidad convertida. Y esa profundidad se llama pobreza, simplicidad, libertad. Sus eclosiones adornan las praderas de la vida cotidiana. Trovador, juglar de Dios, heraldo del Gran Rey, enviado del Altísimo, Francisco de Asís respira su único mensaje: «Mi Dios y mi Todo». Su sentido patético, su genio escénico, su instinto del ritmo y del gesto, llevan los símbolos a los terrenos en los que se activan las potencias del mito y del rito. En los espacios del hombre esencial, éste danza su religión. Hace de ella un arte que va a dar origen a una tradición legendaria (Florecillas).
Pero el vino del gozo es para el esfuerzo y la religión es religión de la ascensión. Desde el principio, cuando se dispone a descender, es para elevarse. La montaña, ¿no es el abismo ya colmado? Francisco recibe del evangelio esa montaña total. Se ajusta al evangelio sin demora, sin glosa, sin pertrechos, en la fiesta de san Mateo, el 24 de febrero de 1208. El evangelio resume su trayectoria vital. Principio y fin de los itinerarios de salvación, vocación esencial, la buena nueva es el camino real. Permite acceder a la verdad de una tradición, en el seno de una comunidad viva que conoce la piedra angular y la cumbre, Jesucristo, el Señor, luz del mundo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, nacido de la virgen María, creador y redentor. Desde entonces el misterio de la encarnación abre el camino a la religión de la profundidad, el misterio de la pasión a la religión de la penitencia y el misterio de la resurrección a la religión de la altura. Jesús de Nazaret es el perfecto religioso del Padre que está en los cielos. Cada hombre que adore en espíritu y en verdad desplegará en él su relación originaria en la amistad de una filiación divina perdida y hallada.