San Carlos de Sezze, Franciscano.-
Nació en 1620 en el pueblo italiano de Sezze. Un día, una bandada de aves espantó a los bueyes que Carlos dirigía cuando estaba arando, y éstos arremetieron contra él con grave peligro de matarlo.
Cuando sintió que iba a perecer en el accidente, prometió a Dios que si le salvaba la vida, se haría religioso. Y milagrosamente quedó ileso.
Pidió entonces a unos religiosos franciscanos que le ayudaran a entrar en su Comunidad, y ellos lo invitaron a que fuese a Roma para que hable con el Superior de la Congregación.
Así lo hizo junto con tres compañeros más, y tras ser probados en la humildad tratándolos con mucha dureza, el Superior accedió a admitirlos.
Ante el pedido de varias personas, que le solicitaban incesantemente, redactase algunas normas para orar mejor y crecer en santidad, Carlos de Sezze publicó un folleto. Éste le causó diversas dificultades, por lo que casi es expulsado de su Comunidad.
Humillado, se arrodilló ante un Crucifijo para contarle sus angustias, y oyó que Nuestro Señor le decía: "¡Ánimo, que estas cosas no te van a impedir entrar en el Paraíso!".



La petición más frecuente del Hermano Carlos a Dios era ésta: "¡Señor, enciéndeme en amor a Ti!". Y tanto la repitió, que un día durante la elevación de la Santa Hostia en la Misa, sintió que un rayo de luz salía de la Sagrada Forma y llegaba a su corazón.
Al fin, los Superiores se convencieron de que este sencillo Religioso era un verdadero hombre de Dios, por lo que le permitieron escribir su autobiografía y publicar dos libros más, uno acerca de la oración y otro acerca de la meditación.

El Papa Juan XXIII lo declaró Santo en 1959, porque su vida es un ejemplo de que aún en los oficios más humildes y en medio de humillaciones e incomprensiones, podemos llegar a un alto grado de santidad y ganarnos la gloria del Cielo.