EL CAMINO DE LA VIDA
NO TIENE ATAJOS
Domingo I de Cuaresma
Mateo 4,1-11
Para todo aquel que busca la felicidad, la plenitud de su ser personal, la realización o la santidad, acercándose al modelo bajo el cual fue diseñado, ser imagen y semejanza de Dios, Cristo es su referente. Lo que sintió sentiremos, lo que predicó aprenderemos y por donde pasó pasaremos. Él es el modelo, el camino, la verdad y la vida.
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre.
El desierto es el lugar y la ocasión del encuentro del hombre consigo mismo y con Dios. Es el lugar de la oración y la ocasión de medirse con sus propias fuerzas.
Las tentaciones son los atajos que se nos ocurren para recorrer nuestros caminos y alcanzar las metas sin esfuerzo o haciendo trampa.


Y el tentador se le acercó y le dijo:
El diablo no nos tienta a desear cosas malas, sino buenas pero por el camino indebido. Os pongo un ejemplo: el dinero es un bien, nadie va a decir lo contrario, sirve para causas nobles; la tentación será acceder a él por el robo, la distorsión, el chantaje o la mentira, todo menos ponerse a trabajar honradamente.
El tentador presentó a Cristo la oportunidad, ocasión o tentación de alcanzar cosas buenas, para ellas vino al mundo, pero evitándose toda cruz o dificultad.
«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan».
Le está diciendo: Utiliza el poder que tienes y evítate el camino tortuoso de la pobreza. Usa y abusa de tus capacidades y hazte mesías liberador en lo material. Llena los estómagos de las gentes, que coman sin trabajar, y te seguirán donde vayas, serás dueño de su espíritu y de su voluntad.
Pero él le contestó diciendo: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».
O lo que es lo mismo: Sólo de pan muere el hombre cuando vive sólo para el pan.
«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras».
Le dice: Hazte espectacular, deslumbra con tus poderes, manipula lo divino. Conquista la fe a golpes de milagro. Utiliza a Dios y sus poderes poniéndolos a tu servicio. Sé tú el administrador de Dios en este mundo así justificarás tus acciones u omisiones en su nombre.
Jesús le dijo: También está escrito: «No tentarás al Señor tu Dios».
El Señor tu Dios no es un curalotodo ni el duende de la lámpara maravillosa.
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos de este inundo y su esplendor le dijo: «Todo esto te daré si te postras y me adoras».
Le invita a conquistar el poder, la gloria, el aplauso. Le incita a ser un triunfador, a manipular conciencias al precio que sea. Es la forma más fácil de conseguir que la gente esté a sus pies y encima que le den el voto cuando se lo pida; pues los hombres no necesitan utilizar la cabeza, les basta con seguir a un cabecilla.
Entonces le dijo Jesús: «Vete Satanás, porque está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás y a él solo le darás culto"».
A los hombres les basta con seguir a un cabecilla; pero con el tiempo le suelen cortar la cabeza. Siempre pasa lo mismo, no hay caudillo que mil años dure.
El hombre nace para vivir arrodillado ante Dios o ante los dioses. O lo hace ante Dios y relativiza a los dioses o éstos le absorberán y ti­ranizarán.
Solamente por reírnos de los falsos absolutos, mejor: absolutos, que la vida nos va presentando o que nos vamos creando creyendo que nos van a dar un paraíso, pero que acaban haciendo de nuestra vida un infierno, ya vale la pena arrodillarse ante Dios, porque sólo entonces nos sabemos y sentimos libres.
Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que los ángeles se acerca­ron y le sirvieron.
Todo hombre cuando viene a este mundo lo hace con una vocación que descubrir y llevar a cabo. Las vocaciones no se eligen ni se discu­ten, se asumen o no.
Para aclarar su vocación Jesús de Nazaret fue llevado al desierto.
Cuando uno está solo y a solas consigo mismo, trabajándose para conocerse y autocriticarse, (tarea esta que es previa a todo proyecto, misión o vocación que cumplir), toma conciencia que en su persona hay un conjunto de factores fundamentales, podríamos decir que esenciales a su ser individual, que se escapan a su control, que él no gobierna, tales como la genética, la cultura y la geografía en las que nació, etc. que le hacen ser como es y ante los cuales no pudo optar. En él hay gran parte de azar o providencia, tanto o más que de de­cisión deliberada y responsable. Pero también toma conciencia de que su personalidad está formada por otro tipo de factores que podríamos llamar secundarios y que caen dentro del campo de su control y gobierno. Tales como el ejercicio de su libertad, de la responsabilidad, la educación de su voluntad, la moral de trabajo, etc. Estos factores que están a tu servicio a poco que les apliques atención para entender, comprender y aprender de la historia y que si vas hacia ellos con prudencia, tecnología y esfuerzo están a tu disposición siempre y de forma positiva.
En el campo de la personalidad más que acudir a la oración hay que ponerse manos a la obra con toda la voluntad del mundo.
Aquí que no está claro lo de la oración es justamente donde la gente se aplica a rezar y enciende cirios o quema inciensos: ¡Que me aprue­ben un examen! ¡Que me salga la lotería! Cuestiones que se resuelven con esfuerzo, técnica o dinero.
Donde hay que aplicar oración es en los factores esenciales y fundamentales de la persona para desentrañar el misterio de tu vocación o destino.
La oración es el medio a nuestro alcance para saber: ¿Quién soy? ¿Qué vivo? ¿Para qué vivo? Y para discernir qué debo hacer, dónde y cómo servir.
De todo esto nos da Jesús ejemplo en el desierto. Quien no busca tiempo de desierto o es más listo que Jesús o no anda por sus sendas.
La oración, el desierto, es el tiempo que me tomo para desenmas­carar los falsos dioses que me voy creando y a los que mi corazón se va adhiriendo. Los falsos ídolos o absolutos que absorben mi vida y que me impiden ser en autenticidad.
La oración es el método o instrumento de trabajo con que cuento para no engañarme a mí mismo a la hora de decidir y discernir de cara a un futuro. Para no confundir felicidad con facilidad, bondad con lega­lidad o el amor con un querer para mí egoísta.
La oración es el descanso o descargo de mis dudas, de mis errores, de mis tenores porque sé que sólo rezando revivo la esperanza y la paz interior de saberme en los brazos de Dios.
Ante su futuro el hombre es un animal que sueña y si acaba adorando más a sus sueños que a su propia realidad, la estropea. Por la oración nos divorciamos de los sueños para casamos con la realidad El desierto, la cuaresma, es el tiempo de prepararse para el despertar de la Pascua.

Libro: Ser Como Dios Manda; Una lectura pragmática de San Mateo de benjamín Oltra Colomer. EDICEP. Pág. 26-30