De todos los días: La gran pregunta


Para el día de hoy (26/09/14) 
Evangelio según San Lucas 9, 18-22
El primer versículo del Evangelio que la liturgia nos ofrece el día de hoy caracteriza la totalidad de la lectura, y se proyecta aún más allá, a la totalidad de la vida cristiana.
De las multitudes que le siguen, del bullicio de las ciudades nos trasladamos a un sitio apartado, de recogimiento, en donde el ambiente está revestido de oración profunda y de comunión de Cristo con Dios y de Cristo con sus discípulos. Pues sólo por la Gracia de Dios pueden acontecer los milagros del encuentro vivificante y transformador que se realiza en la oración: allí se encontrará la respuesta definitiva a la gran respuesta, la identidad de Cristo, la verdad que nos hace libres.

Es que Jesús de Nazareth no pasaba ni pasa inadvertido, para bien o para mal. Muchos lo verán como el que condensa las esperanzas de un pueblo o una nación, otros proyectarán en Él sus deseos y frustraciones, sus propias imágenes, sus limitaciones, sus miserias. Algunos lo definirán como una amenaza a suprimir, mientras que otros lo acusarán con las definiciones más crueles y soeces, como método espúreo de desmerecerlo y esmerilar a medida su ministerio, en la pretensión de acotar la Buena Noticia.

Pero todos ellos nunca llegarán a la verdad primera, porque la gran pregunta -Quién es Cristo- sólo puede responderse desde la fé, una fé que es don y misterio.
Y sólo desde la fé a Jesús de Nazareth se lo reconoce como Hijo de Dios y Salvador, el Hijo de María de Nazareth que es capaz de asumir en absoluta libertad los sacrificios más horrendos para que nadie más sufra, para que no haya más crucificados, para que todos se salven.

Es menester que volvamos a la oración, y más que repetir formulaciones religiosas, a la escucha profunda de ese Dios que nos habla, nos llama y nos busca sin descanso. Allí nos encontraremos con Él y con los hermanos.

Paz y Bien