El trabajo era horrible.
Esclavizante, alienante y para colmo mal pago. Pero se
veía enormemente recompensado cada vez que la
veía.
Solía escudriñar en la larga cola, para poner intentar divisar su
carita entre el
montón.
Valía la pena cada segundo que pasaba
ahí sentado, recibiendo y entregando dinero ajeno. Ella entraba con sus aires de princesa, llena de misterio. Con ojeras y los ojos rojos de haber llorado. El
administraba el tiempo que le
debía dedicar a cada cliente
estrategicamente para que ella pudiera acceder a su caja. Y q
uizás,
algún día junte la
valentía para decirle todo lo que tiene en su garganta atorado..
ella buscaba en su armario, porque habia perdido la razon ♫