Introducción a la semana El singular libro de Job será el material del que se surta la primera lectura de la eucaristía de esta semana. Ante nosotros desfilará la puesta a prueba de su religiosidad desinteresada, lamentos por su contraria fortuna, expresiones que hablan de una vida sin sentido ante la aparente arbitrariedad divina, Job con su propia soledad al ser abandonado de cercanos y de Dios, la respuesta de Dios que habla de su sabiduría y, por último, la rehabilitación de Job que ha visto al Señor al que sólo conocía de oídas. Lucas nos acompañará toda esta semana con variados argumentos: debate discipular sobre quién será el más importante, la constatación de que en Samaría rechazan a Jesús, diversas disposiciones sobre el seguimiento del Maestro, el envío de los setenta y dos (número simbólico de las naciones paganas), las diatribas contras las ciudades que no desearon acoger la Palabra y, concluyendo la semana, el gozo al regresar los discípulos de la misión. En cualquier caso, el Reino de Dios está cerca de todos y cada uno de sus hijos.
Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios I. Contemplamos la PalabraLectura de la profecía de Daniel 7,9-10.13-14:Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima ; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin. Sal 137,1-2a.2b-3.4-5.7c-8 R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, SeñorTe doy gracias, Señor, de todo corazón; Lectura del santo evangelio según san Juan 1,47-51:delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. R/. Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R/. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R/. En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?» Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.» II. Oramos con la PalabraNo hay oración para este día.
III. Compartimos la Palabra
En el sentir cristiano tenemos a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael como los heraldos de la gloria de Dios, a cuyo servicio se deben.
El Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos I. Contemplamos la PalabraLectura del libro de Job 3,1-3.11-17.20-23:Job abrió la boca y maldijo su día diciendo: «¡Muera el día en que nací, la noche que dijo: "Se ha concebido un varón"! ¿Por qué al salir del vientre no morí o perecí al salir de las entrañas? ¿Por qué me recibió un regazo y unos pechos me dieron de mamar? Ahora dormiría tranquilo, descansaría en paz, lo mismo que los reyes de la tierra que se alzan mausoleos, o como los nobles que amontonan oro y plata en sus palacios. Ahora sería un aborto enterrado, una criatura que no llegó a ver la luz. Allí acaba el tumulto de los malvados, allí reposan los que están rendidos. Salmo 87 R/. Llegue hasta ti mi súplica, Señor.¿Por qué dio luz a un desgraciado y vida al que la pasa en amargura, al que ansía la muerte que no llega y escarba buscándola más que un tesoro, al que se alegraría ante la tumba y gozaría al recibir sepultura, al hombre que no encuentra camino porque Dios le cerró la salida?» Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,51-56de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor.R. Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido. R. Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano. R. Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas.R. Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?» Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. II. Oramos con la PalabraNo hay oración para este día.
III. Compartimos la Palabra
Job en su desesperación, ya que se consideraba justo, no se creía merecedor de tantas desdichas, por eso maldice su venida al mundo y considera que Dios no es justo con él. Siempre pensamos que nuestras desgracias nos vienen bien porque hemos pecado o bien porque Dios no protege a los buenos. ¡Qué gran error! ¿Quiénes somos nosotros para juzgar los designios de Dios? El plan que Dios tiene trazado para cada uno de nosotros, nos resulta incomprensible desde el punto de vista humano. Los avatares de la vida, sean buenos o malos, debemos enfrentarlos con la confianza de que Dios no nos va a abandonar nunca, que siempre, lo notemos o no, se encuentra a nuestro lado. ¡Qué fácil es dejarse llevar por el desánimo!; pensar que Dios no es justo, incluso dudar de su existencia. Miramos a nuestro alrededor, y vemos que el mundo se mueve por injusticias, las guerras en multitud de países, el hambre, la enfermedad, la envidia y egoísmo de los países ricos frente a los pobres, la corrupción generalizada en todos los órdenes, la pérdida de los valores morales, el olvido de nuestras raíces cristianas. Ante todo esto, ¿nosotros qué?; nos vamos a dejar llevar por la vorágine del mundo o vamos, apoyándonos en el Señor, a intentar luchar contra todo esto, denunciar la injusticia, al opresor, al malversador y ponernos de parte del débil, del oprimido, del explotado y entregarnos con alma y cuerpo al otro. Pidámosle al Señor que nos haga fuertes en la adversidad, valientes en la denuncia e íntegros en el trato con los demás, sin espíritu de la superioridad, sino de humildad, paciencia y caridad.
Pasaban por una aldea de Samaria y los discípulos se adelantan a preparar el alojamiento en la posada, pero al enterarse que se dirigían a Jerusalén se niegan a recibirlos. Sabida eran las malas relaciones que existían en ese tiempo entre samaritanos y judíos. Santiago y Juan, indignados, le preguntan a Jesús si quiere que hagan caer sobre la aldea fuego y los destruya; pero Cristo, dándoles una lección de humildad les dice: «el Hijo del Hombre, no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos», indicándoles que con el odio y la destrucción no se adelantaba nada. En muchas ocasiones, nosotros nos dejamos llevar por el ímpetu de la indignación y tenemos reacciones desorbitadas, frente a hechos que muchas veces carecen de importancia. Olvidamos aquello de «respirar profundo antes de responder» o «pensarlo dos veces antes de tomar una decisión» o, como también se dice, «no tomar decisiones en caliente». Jesús nos incita a que devolvamos el odio con el amor, el egoísmo con la caridad. San Jerónimo, que hoy celebramos, fue un claro ejemplo de hombre enamorado de Dios, que se retiró practicando una vida ascética y, sobre todo, dedicando su vida a hacer el bien y al estudio de las Sagradas Escrituras, de las que fue un eminente traductor y maestro. Seamos, pues, vehementes en la defensa del hermano, en atenderlo y ayudarlo, no en el odio o en la violencia.
Sígueme I. Contemplamos la PalabraLectura del libro de Job 9,1-12.14-16:Respondió Job a sus amigos: «Sé muy bien que es así: que el hombre no es justo frente a Dios. Si Dios se digna pleitear con él, él no podrá rebatirle de mil razones una. ¿Quién, fuerte o sabio, le resiste y queda ileso? Él desplaza las montañas sin que se advierta y las vuelca con su cólera; estremece la tierra en sus cimientos, y sus columnas retiemblan; manda al sol que no brille y guarda bajo sello las estrellas; él solo despliega los cielos y camina sobre la espalda del mar; creó la Osa y Orión, las Pléyades y las Cámaras del Sur; hace prodigios insondables, maravillas sin cuento. Si cruza junto a mí, no puedo verlo, pasa rozándome, y no lo siento; si coge una presa, ¿quién se la quitará?; ¿quién le reclamará: "Qué estás haciendo"? Cuánto menos podré yo replicarle o escoger argumentos contra él. Aunque tuviera razón, no recibiría respuesta, tendría que suplicar a mi adversario; aunque lo citara y me respondiera, no creo que me hiciera caso. Sal 87 R/. Llegue hasta ti mi súplica, SeñorLlegue hasta ti mi súplica, Señor. Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,57-62:Todo el día te estoy invocando, tendiendo las manos hacia ti. ¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?R/. ¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla, o tu justicia en el país del olvido?R/. Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica. ¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro?R/. En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.» Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro le dijo: «Sígueme.» Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.» Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.» Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.» Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.» II. Oramos con la PalabraNo hay oración para este día.
III. Compartimos la Palabra
Mi sensación interior al leer estos versículos es de que Job está clamando interiormente a Dios, como si le dijera: Yo sé que todo esto es verdad, que no tengo nada que reprocharte, que tú eres el sabio y justo, pero por favor, ven en mi auxilio. En este sentido, entronca bien con el salmo propuesto para la liturgia en este día. Job aún no ha bajado hasta el fondo de su sufrimiento y de su queja, aún le queda un camino largo en el que reconocer sus dudas, su malestar, en el que gritar a Dios, hasta, finalmente, ponerse en sus manos como criatura limitada, y ahí, escucharle de una forma nueva. Cuando ya hemos hecho todo lo posible para evitar el sufrimiento, nuestro o de otros ¿qué otra cosa podemos hacer? Solo ponernos en sus manos y mirar a Aquel que, en la cruz, supo transformar la muerte en vida. Que El nos ayude a encontrar sentido a nuestros dolores y a acompañar los sufrimientos de aquellos a los que amamos.
En primer lugar, un entusiasta, que asegura poder y querer seguir a Jesús. Jesús le hace ver las asperezas del camino. El segundo, le pide poder resolver otras prioridades antes de seguirle. Jesús le contesta que no hay otra prioridad más importante que el Reino. El tercero, le pide un poco de tiempo para despedirse de sus padres. Jesús le dice que el Reino necesita de personas absolutamente convencidas de lo que quieren vivir. Ante estas respuestas tan duras y/o desconcertantes, me surge la pregunta que se hicieron los discípulos ante las exigencias de Jesús (“Entonces ¿quién podrá salvarse?” Mc 10,26). Pero creo que solo hay una respuesta. No se trata de si nosotros tenemos o no fuerzas para “cumplir” las exigencias del seguimiento. Se trata de escuchar la llamada y de responder desde lo más profundo. Si eso está, podré hacer el camino, porque El me dará lo necesario. El ha hecho antes el camino. Solo nos pide dejar nuestros cálculos, y simplemente, seguirle, pudiendo poner entre interrogantes cualquier otra cosa que no sea el Reino. Esto no lo hacemos de una vez por todas, vamos dando pasos, mayores a medida que comprendemos la hondura de su amor, de su proyecto para nosotros y para todo ser humano, a medida que le conocemos más y nos conocemos más. Solo pidamos la gracia de escuchar su llamada y de decirle “Sí”.
Está cerca de vosotros el Reino de Dios. I. Contemplamos la PalabraLectura del libro de Job. 19, 21-27¡Piedad, piedad de mí, vosotros mis amigos, que es la mano de Dios la que me ha herido! Sal 26. R. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.¿Por qué os cebáis en mí como hace Dios, y no os sentís ya ahítos de mi carne? ¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá en monumento se grabaran, y con punzón de hierro y buril, para siempre en la roca se esculpieran! Yo sé que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre el polvo. Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios. Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no ningún otro. ¡Dentro de mí languidecen mis entrañas! Escúchame, Señor, que te llamo; Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-12ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.» R. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches. R. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R. En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: -«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios." Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo. » II. Oramos con la PalabraNo hay oración para este día.
III. Compartimos la Palabra
Por ello todo cristiano, apoya su vida llena de sufrimientos y heridas en Cristo y en la esperanza de verle un día tal cual es. Esta es nuestra esperanza y la alegría de nuestro corazón.
Jesús sabe que estamos como ovejas sin pastor, que nos perdemos, nos descarriamos por caminos pedregosos, que nos herimos a nosotros mismos, pero Él no nos abandona, sale a nuestro encuentro como buen pastor, sólo necesitamos tener esa disposición de acogida, para no rechazar la verdad que sus ministros y su doctrina traen a nuestras vidas. Por ello ante todo se nos pide esa oración por los ministros que se integran en la predicación y por los que serán llamados por el espíritu a esta misión. “Los obreros son pocos, rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies”. Por ello en la alegría de sentirnos acompañados en el itinerario de nuestra vida cristiana por los ministros ordenados, pidamos insistentemente, para que la paz abunde en nuestras casas, en nuestras familias y en nuestros corazones, por saber que el reino de Dios está cerca, está dentro de cada uno de nosotros, en nuestro corazón, sí, en nuestro corazón, aunque a veces herido y flagelado por las aflicciones que en nuestra relación humana, se multiplican un día y otro, pero Jesús te sana; sal al encuentro de aquel que tiene la solución a tu problema diario, alégrate en el Señor… Él es nuestra paz.
“Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha” I. Contemplamos la PalabraLectura del libro de Job 38,1.12-21;40,3-5:Escúchame, Señor, que te llamo; Sal 138 R/. Guíame, Señor, por el camino eternoten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.» R. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches. R. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R. Señor, tú me sondeas y me conoces; Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,13-16:me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. R/. ¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. R/. Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha. R/. Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras. R/. En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.» II. Oramos con la PalabraNo hay oración para este día.
III. Compartimos la PalabraEn la Primera Lectura, escuchamos a Dios respondiendo al silencio de Job. Dios se manifiesta como un ser superior, que no obra al azar, sino que lo conoce todo, de tal forma que merece la pena confiar en él. Así lo hace Job, que sigue callando y aceptando su voluntad.En el Evangelio, Jesús se queja con cierta amargura de la falta de respuesta a su mensaje por parte de aquéllos que más obligación tenían de responder afirmativamente. Ya lo había dicho en otro momento: “Ningún Profeta es bien recibido en su casa” (Lc 4,24), él tampoco.
Y, de tal forma defiende a estos mediadores, que se identifica con ellos y con ellas, “y quien los rechaza, rechazan a su Padre Dios, que lo ha enviado”. Estos mediadores, oí decir un día, “puede que sean mediocres artesanos, pero de un oficio inigualable, maravilloso”, la encomienda de Jesús al despedirse físicamente de nosotros. Jesús nos pide serenidad. Se nos puede escuchar y se nos puede rechazar, igual que le sucedió a él. La reacción ya no debe ser pedir que baje del cielo fuego que haga justicia con los infieles, sino respeto, compasión, paciencia y misericordia. Lo nuestro –lo aprendimos de él- es sembrar y, si es posible, propiciar sol y lluvia a su tiempo. “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!” Porque después de todo lo que hizo Jesús en ellas, no se convirtieron. Exactamente lo mismo que había pasado con aquellos nueve leprosos que fueron curados, pero no pudieron ser salvados. Se necesita agradecimiento, gratitud; y para ser agradecidos, se necesita fe.
Es una actitud que nos hace reconocer que hemos recibido algo, que alguien ha tenido un detalle con nosotros, y, en justa compensación, reconocemos el valor –no el precio- de los otros, lo que hacen por nosotros, y, quizá más importante, lo que significan para nosotros. Esta actitud es portadora de paz y de felicidad. María, en el Magnificat, se muestra feliz y con la autoestima muy alta, al agradecer al Señor lo que ha hecho con ella; Jesús, en un momento dado, feliz y contento también, exclama: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las revelado a los pequeños” (Mt 11,25). Esta es la actitud que tuvieron los discípulos de Betsaida: Pedro, Andrés, Santiago, Juan, etc., y la que no tuvieron aquellos que fueron testigos de los signos de Jesús y, en lugar de agradecerlo y convertirse, no lo hicieron, y Jesús no pudo menos de recriminarlo. ¿Y yo? ¿Reconozco lo que he recibido de Dios? ¿Lo agradezco, viviendo en proceso de conversión? ¿Qué me podría decir a mí el Señor?
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo I. Contemplamos la PalabraLectura del libro de Job 42,1-3.5-6.12-16:Job respondió al Señor: «Reconozco que lo puedes todo, y ningún plan es irrealizable para ti, yo, el que te empaño tus designios con palabras sin sentido; hablé de grandezas que no entendía, de maravillas que superan mi comprensión. Te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso, me retracto y me arrepiento, echándome polvo y ceniza.» Sal 118 R/. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervoEl Señor bendijo a Job al final de su vida más aún que al principio; sus posesiones fueron catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil borricas. Tuvo siete hijos y tres hijas: la primera se llamaba Paloma, la segunda Acacia, la tercera Azabache. No había en todo el país mujeres más bellas que las hijas de Job. Su padre les repartió heredades como a sus hermanos. Después Job vivió cuarenta años, y conoció a sus hijos y a sus nietos y a sus biznietos. Y Job murió anciano y satisfecho. Enséñame a gustar y a comprender, Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,17,24:porque me fío de tus mandatos. R/. Me estuvo bien el sufrir, así aprendí tus mandamientos. R/. Reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos, que con razón me hiciste sufrir. R/. Por tu mandamiento subsisten hasta hoy, porque todo está a tu servicio. R/. Yo soy tu siervo: dame inteligencia, y conoceré tus preceptos.R/. La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes.R/. En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.» En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.» Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.» II. Oramos con la PalabraNo hay oración para este día.
III. Compartimos la Palabra
San Francisco, a través principalmente de la orden que fundó, que sigue difundiendo su mensaje, se ha introducido en el corazón de millones de cristianos que quieren vivir, como él, la pasión por la cruz de Cristo y la pasión por la pobreza. No en vano afirmó: “Ya no necesito más: conozco a Cristo pobre y crucificado”.
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