El Evangelio de Hoy Sábado 27 de Septiembre de 2014

XXV Ordinario, Ciclo A, Año Par, Memoria: San Vicente de Paúl, Lit. de las Horas: Tomo IV, I Semana del Salterio, Salmo 89

El Evangelio de hoy 
Lucas 9, 43-45

En aquel tiempo, como todos comentaban admirados los prodigios que Jesús hacía, éste dijo a sus discípulos: "Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres".

Pero ellos no entendieron estas palabras, pues un velo les ocultaba su sentido y se las volvía incomprensibles. Y tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto.


Reflexión 
Ciertamente estas palabras de Jesús resultaban incomprensibles para todos aquellos que esperaban que él fuera el Mesías triunfante, el Rey que habría de erradicar de su nación a los usurpadores y regresarles la gloria y la riqueza que en otro tiempo habían tenido. Era, pues, difícil entender a un Mesías que “debía ser entregado a los hombres para que lo mataran e hicieran de él lo que quisieran".

Hoy, quizás esta sea una de las razones poderosas por las que mucha gente no lo sigue y de que muchos de los que lo siguen decidan abandonarlo. Muchos entran al cristianismo pensando que Jesús tiene que resolverles la vida; que ha venido para que no haya enfermedades ni dolor en el mundo; para arreglar su vida de manera que todo sea “color de rosa”. Jesús ha venido para traernos la salvación, la vida en abundancia, un estado de vida interior que hace que todo lo demás pueda ser maravilloso y vivirse la vida con paz y alegría.

Pero, para descubrir este tipo de Mesías, es necesario tener una presencia activa del Espíritu que nos revele en el interior la verdadera acción de nuestro Mesías. Desde ahí podremos ver que la liberación y riqueza traída por Jesús es muchísimo más valiosa que la que pudiéramos haber pensado. Pide en tu oración de este día que el Espíritu quite de tu mente el velo que pueda estarla cubriendo.
 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro