Dicen que la experiencia es la madre de la ciencia; pero cuál es la madre de la experiencia. Su origen deriva del verbo latino experiri (experimentar, probar, comprobar) Pero si ahondamos un poco más descubrimos la presencia del prefijo ex- (separación del interior) y la raíz indoeuropea per- (intentar, arriesgar) La experiencia es el momento en el que la persona se arriesga a salir de dentro para interactuar con el mundo.

El filósofo H.G. Gadamer, creador de la hermenéutica filosófica, afirma que las experiencias son posibles si se tienen expectativas y para eso hay que constuir un horizonte hermenéutico, es decir, un horizonte interpretativo, un horizonte de sentido. Por eso, una persona de experiencia no es la que ha acumulado más vivencias, en el sentido de Husserl, sino la que está capacitada para permitírselas.

Así, una cosa sería tener vivencias y otra cosa sería tener experiencias. ¿Qué hemos de añardir a la corriente de vivencias de una persona para que se signifique una experiencia? Si seguimos a E. Husserl, creador de la fenomenología, hemos de atender a la noción de sentido, pues toda vivencia es intencional; es decir, es vivencia de algo. De acuerdo con esto, el mundo es aquello a lo que se refiere nuestra vivvencia y al mismo tiempo el contexto en el que vivimos. Como contexto el mundo es siempre algo implícito. Así que, para explicitar el sentido de esto implícito es necesario primero dejar de suponerlo como fundamento de la experiencia y recuperarlo como término objetivo al que ésta se refiere. 

En conclusión, la explicitación del sentido y el contexto de la vivencia expectante construyen el horizonte hermenéutico necesario para que la conciencia, que también es intencional, genere la experiencia.