Vola pepa rara 'I ni te bi'


- Tu no sabes lo que pienso.- Me dijo, al mismo tiempo en que tocía por su falta de experiencia con la marihuana. Medité dar mi tan afamado discurso sobre la empatía, sobre su posibilidad nula, que yo solamente supongo lo que tu sientes, y lanzo sólo una tesis subjetiva sobre tu situación, que a veces, (la mayoría de las veces) ni siquiera uno sabe lo que siente, la vida no es tan simple como para ser resumida a un solo factor. Pensé decir eso, más respondí.
- Pienso que tu sabes lo que haces.
- Pero, por qué me sigues, nadie pidió que vinieras, que pasaras esto conmigo. No sabes cuan quebrada estoy, no te quiero acá... conmigo.
- Muchas veces hago lo contrario a lo que quieres. ¿Matacola?- ofrecí mi lápiz.
- Bueno - Toció nuevamente, ahora con más fuerza.- Esto realmente hace mal, aunque ahora no importe mucho.- Sonrió.
- ¿Nos lanzamos?
- Si.

Tomó mi mano, se amarró a ella, dio media vuelta y me besó. Esperé durante mucho tiempo ese momento, ella también. Fueron mis errores y mis confusiones las que algún día mataron todo. Ahora a pesar de eso, estábamos juntos, a punto de saltar, de cerrarlo todo, volar unos segundos, en forma literal ahora y acabar cual Julieta y Romeo en un romántico suicidio.

- ¿No quieres decir algo?- Preguntó asustada, sin saber si hacía lo correcto o no.
- No recuerdo cuántas veces te pedí perdón, lo hago de nuevo; perdón.
- Idiota, eso fue hace mucho, la adolescencia duradera en el sexo masculino, nada más.
- Te quise tanto, te amo tanto. Nunca cumplimos nada y el tiempo se encargó de matarnos tan rápido.
- Igual te amo, saltemos.

Sentí su cuerpo al lado mío, el viento en mi cara esparcía una que otra lágrima, su pelo agitándose, el sonido, su grandeza inconfundible, el sol en mi cuello, el suelo llegando, el suelo viniendo. Esperé ver mi vida con en las películas. No vi nada, solo estuve dentro del todo unos segundos, años, décadas. Imagine lo no vivido  olvidé los rostros que nunca conocí, los labios no besados, sus labios, mi funeral, mi cuna, mi hijo nonato, mi muerte de viejo, mi padre, las lágrimas de mi madre, mi casa.
Ahora sí, ganaría la apuesta post-mortem, Dios no existía, te dije, cuantas veces te dije. San pedro no me dio las felicitaciones ni el Diablo la bienvenida.
Sólo caí, caí y mientras mas caía el tiempo se hacías más lento, imperceptible, gigante, ínfimo, infinito.

Soltó mi mano, siempre quise saber que pensaba, que sucedía en esa cabeza de niña, de madre, de bella, de arpía. La amé, siempre la amé. Más cuando reía, cuando su sonrisa me alegraba la vida. Vida que ahora es toda suya, la vida suya que ahora es toda mía.