QUE POCA MEMORIA TENEMOS

http://atalayadejesusvarela.blogspot.com/

          ¿Pero por qué seremos así? ¿Por qué nos olvidamos tanto y tan pronto de todo lo bueno que tuvimos? Últimamente y yo supongo que por la desesperación que provoca tener a más del 42% de nuestros jóvenes en situación de desempleo y además con pocas posibilidades de salir de esa situación de forma inmediata, se viene leyendo en los medios como las autoridades españolas alaban el actual modelo alemán de formación profesional. Lo presentan como si de algo novedoso se tratase, alabando los resultados y haciendo que busquemos en él al modelo que nos sirva de referente en nuestra realidad.
          Pues muy bien, hagámoslo nuestro también, o mejor dicho, recuperémoslo. Si si, recuperémoslo, porque ese modelo dual de formación, colegio - taller - colegio, es un método de formación - no sé si propio o copiado en su momento - que ya se utilizó en España hace más de 60 años y con unos resultados, por cierto, extraordinarios. Un método, que desgraciadamente, pienso yo, abandonamos de forma total y absolutamente irresponsable.
          Y es que si de verdad creemos - yo si creo y además muy firmemente - en el actual modelo alemán de formación profesional, más tendríamos que creer y alabar en el que ya funcionaba en España allá por los años cuarenta. ¿Les suena a Vds a algo lo de las "Escuelas de Aprendices de la antigua Bazán? Seguro que si. Bueno, pues ese sistema de aprendizaje, que personalmente tuve la suerte de vivir, superaba al actual de Alemania pues ya compartíamos escuela y taller " de forma diaria ". Menuda carta de presentación representaba el poder demostrar que habias sido aprendiz y operario de la Bazán, y no solo en España, sino en toda Europa.
          En España y en estos últimos treinta años, la formación profesional fue maltratada y además, orientada  inadecuadamente, y de ahí, su fracaso. Nos emborrachamos de "titulitis universitaris" y abandonamos a uno de los pilares básicos de toda sociedad. La formación Profesional.
          El Estado y siempre que sea posible, debe de enfocar la formación a través de las empresas, incluso, con aquellas que ya de antemano se sabe que van a prescindir de esos aprendices cuando estos acaben su formación. ¿Y por qué? Pues porque, independientemente de que tengan o no continuidad en la empresa donde se formaron, esas personas conoceran el mundo del trabajo de primera mano y estarán en buenas condiciones para afrontar el reto profesional que se les pueda  presentra en cualquier otra parte.

          Por lo tanto, pensemos y obremos con sentido común, rectifiquemos y recuperemos lo que tantos y tan buenos resultados nos dió en el pasado. Hagamos que el dinero invertido en formación se convierta en una inversión productiva y dejemos de una vez por todas, que quienes hagan ese trabajo sean realmente las entidades y las personas más capacitadas y adecuadas para ello. Y esas entidades, no son precisamente, las organizaciones sindicales. En estos últimos años, a la formación profesional se le vió como un negocio, no se le valoró en su justa medida y no se tuvo en cuenta la verdadera importancia y magnitud que tiene. Y ahora, nos vemos obligados a rectificar. Pues bien, recordemos que nunca es tarde si la dicha es buena.